domingo, 17 de enero de 2021

AL SUR DE MI SONRISA


Vienes para contarme del canto y de la rosa

con tu paso rebelde hollando la ceniza

vienes como quien pasa una tarde de enero

febril en ese viento que desnuda a la espiga.

 

Vienes hilando aromas con letras de mi nombre

y arrancas de mi piel ternuras consentidas

llegas con el desorden de tu estirpe de hombre

sembrando primaveras al sur de mi sonrisa.

 

Vienes tirando horas de amor en mi ventana

y siempre que te nombro me acuerdo de algún frío

tu locura es un fuego urdido entre dos alas

que arde por mi cuerpo travieso como un niño.

 

jueves, 14 de enero de 2021

Prólogo al Libro de Poemas: “Recuérdame” de Esteban D. Fernández

 

Por Horacio De Stefano

Buenos Aires, mayo del 2016


¿Cómo presentar un libro de poesía?... ¿cómo describir el vuelo de una mariposa o el yunque de un herrero?

¿Cómo presenciar el nacimiento de los frutos?: ¿desde las manos del labrador?, ¿desde la grieta de la tierra fértil?

¿Cómo presentar un libro de poesía?

Se habla de un autor, de su alma rebelde y a la vez dócil. Se habla de los versos, libres de ser, pájaros… el canto del alma, el rugido del amor en cada verso.

Seguramente ambos elementos, autor y obra, están mucho más ligados entre sí de lo que puedan especular o decir de ellos estas palabras.

No imagino ahora la importancia de un prólogo, pues sólo puedo dimensionar entre vislumbres el camino que se abre a partir de las páginas siguientes… quizá esto sea un simple acompañamiento que, imposiblemente, pueda dragar la profundidad de dicho camino, las páginas verdaderamente necesarias.

El amor del poeta… la piel de la poesía…

Fuego y lluvia, eso será cada poesía en su más noble decir.

Polvo y viento el poeta, sólo eso, nada más y tanto, en la colonia de sueños y realidades que lo atraviesan.

De poco y nada serviría intentar descifrar los laberintos que lleva la mariposa en su vuelo… y es que tampoco existe un servir en descifrarlos, debemos pues explorarlos con los sentidos. Y es el impresionante acto de quedarse uno inmóvil, inmovilizado y flotando, observando semejante belleza… una de las maravillas de nuestra naturaleza: el vuelo de la mariposa, el alma del poeta, el yunque del herrero.

Y él lo sabe, pájaro de alas de seda, porque eso mismo es su poesía, el espíritu sin fronteras que fascina al amador que lo observa y lo inmoviliza, con brisa en el cuerpo, flotando, mientras libera todo el caudal de su frescura.

Prólogo al Libro de Poemas: “Inscripciones del Tiempo” de Esteban D. Fernández

 

Por Víctor Morata Cortado

Murcia, 19 de mayo del 2016


Soy enemigo de los prólogos. Sólo en los últimos tiempos. Antes tenía un concepto diferente de ellos. Pero soy consciente de que un día éstos subrayaron mis textos bajo la impresión de otros a los que considero talentosos escritores. Por esa deuda pendiente tal vez y por la amistad que me une a quien me pidió que lo escribiera, este prólogo existe.

No soy poeta, aunque hubo un tiempo en que me consideraba escritor de versos y gasté cientos de palabras y un buen puñado de papeles en dejar constancia de ello. Eran tiempos en que vivía enamorado del amor, en que era un muchacho doliente al que las estacas se le clavaban una y otra vez en el corazón, agujereándolo como un castigo, agrietándolo hasta hacerlo pedazos o jirones o lo que sea. Destrozándolo. De mis enamoramientos, que exaltaban mis pasiones y turbaban mi percepción del mundo hacia colores vistosos, y de mis decepciones, que lo teñían todo de negro pesimismo, surgían mis versos. En esa montaña rusa de emociones y sentimientos que llenaban páginas y páginas como desahogo del alma. Pero no. No soy poeta. Sólo viví creyendo hacer poesía. Por eso me sorprende que se me haya pedido hacer esto. ¿Qué puedo decir yo de versos y rimas? Nada. Eso se lo dejo a los eruditos y entendidos. De lo que sí puedo hablar es de la evocación.

Cuando yo escribía poemas de amor y desamor no pensaba en la rima ni en intrincados artificios y estructuras, sino que me valía del sentimiento que se destilaba de sus versos. Lo que evocaba para mí y para otros era lo importante, porque en el propio vómito impulsivo de su creación veía yo la impronta de mis emociones. Sólo así veía fidelidad a la hora de traspasar la carne y la mente para depositar mi alma sobre el papel y que otros, acaso, lograran entender y vivir a través de mis palabras. Si hablo de todo esto es porque Esteban D. Fernández posee ese lenguaje visceral que nace de dentro y se instala con cierto dolor en la hoja en blanco, para llenarla de matices e impresiones nacidas de la soledad, la tristeza o la exaltación del amor, pero que pasan, además por conceptos más complejos que incluyen mitología, filosofía y religión.

domingo, 10 de enero de 2021

Poema 40...



No es nada.
No pienses que estoy triste.

Si ando callada -bastarda de las sombras-
con restos de vigilia y noche entre las manos,
absorta en el perfil borrado del paisaje,
echada en el rincón más hondo de mí misma…
no pienses que estoy triste.

A veces necesito fugarme hasta ser nada.
Descolgar el vacío, inútil, del vacío,
donde roza la luz en un arriba insospechado.
Y verme así, hundida hasta ser fondo,
vuelta de mí… esa –otra yo-
que me contempla en la distancia.

No es nada.
Quizá -tan solo- me vence la nostalgia.
Una nostalgia antigua que llega de repente
prendiéndose en el absurdo mohín de las cayenas,
espabilando al recuerdo de aquel gesto
(de brutal animal acurrucado)
pateando la sonrisa hasta llorarla,
hasta ser sombra insospechada que me aloja
cuando rasguño la noche con mis manos.

Pero… no es nada.
No pienses que estoy triste.
 

viernes, 8 de enero de 2021

ORÁCULO EN MIRADA DE ÁNGEL

 


Aquí estás y aquí estoy, juntos como vigías en la ilusión de una historia secretamente indescifrable. Perdidos y encontrados en las huellas que anuncian a esos pasos que vuelven. Viendo rodar, como en un juego del destino, los dados de ese salto mortal del pensamiento que sobrevive en la arena de un desafío más allá de la muerte. Con las palabras colmadas en la boca porque fueron señuelos en la trampa del desdecir de la eternidad. Inseparables siempre como rehenes de la luz de quien fuimos antes los huéspedes cuando la negrura era otro sol.

Porque ha llegado enero tan tuyo como mío, escribiendo su oráculo en mis ojos, dictándome un designio sin fronteras a mí… que soy tu ángel.

EMBRUJO DE VISIÓN

 


Sagradamente escondo en un rincón del pecho invencibles imágenes:

Retratos de conjuros a la luz de aquel fuego que una vez encendiera la más dura visión, efigies con tu perfil de amante velando por el vago respirar de mis sueños, las huellas de mis pasos dándole vida a tu camino forjado con la crueldad de un inclemente sol debajo de tus párpados.

 Pero aquí, ante mí… oculto en la sumisa polvareda con que el instante ha invadido, el hechizo de tus ojos le da alas a esa mirada tuya que revolotea en mis umbrales, como un pájaro que repite con idéntico canto alguna melodía que aprendiera en su vuelo… bajo el envoltorio de una lluvia que es inclemencia de lo alto y castiga la presunción de ese cielo despejado en el tiempo.

Cautiva estoy de ti… no en vano muero y revivo en tu sonrisa, el aliento de mi audacia sostiene la estocada del cortejo de tu sangre, latiendo en mí, tocando en mí,  brotando en mí.