jueves, 23 de junio de 2016

Mi libro de poemas: "Si no fuera de ti"... dando sus primeros pasos.



El 21 de junio cumplí un año más de vida. Recibí regalos de amigos y familiares que siempre conservaré con mucho cariño. Pero hoy quiero hablarles de uno que, aunque pasen muchos años, para mí seguirá siendo muy especial pues siempre tendrá el frescor, la vigencia del primer día.

Decía Roberto Juarroz, ese extraordinario poeta argentino:

¿Cómo amar lo imperfecto, / si escuchamos a través de las cosas / cómo nos llama lo perfecto? // ¿Cómo alcanzar a seguir / en la caída o el fracaso de las cosas / la huella de lo que no cae ni fracasa? // Quizá debamos aprender que lo imperfecto / es otra forma de la perfección: / la forma que la perfección asume / para poder ser amada.


¿Y qué regalo más perfecto para un poeta que el prólogo a su primer libro de poesías? Este es, ni más ni menos, el obsequio que recibí de un amigo de España muy querido: Víctor Morata Cortado… un amigo que ha sido luz y guía en este entramado mundo de internet… un amigo que siempre ha estado presente. Y me pregunto: ¿Qué es estar presente en algo? ¿Es simplemente el hecho físico y material, definible, de esta constancia efímera y transitoria de un hombre que está aquí? ¿O la presencia de algo es aquello que, aunque invisible y lejano, permanece y se nos clava dentro?

Él me ha acompañado a través de su lectura y reflexión sobre mis versos en esta experiencia poética que, por soñada y querida, hoy puedo decir que es un hecho.
Bueno, sin más preámbulos, comparto con ustedes el prólogo del libro de poemas que quizás dentro de poco comience a ver la luz: “Si no fuera de ti”.





Prólogo

Escribir un prólogo no es tarea sencilla. Si, además, sirve para introducir la obra de alguien a quien aprecias, la dificultad aumenta. Y si, como es el caso, el libro es de poesía… Bueno, sería algo así como escalar una montaña sin instrumental ni garantías de regreso. Puede que suene exagerado, y quizá lo sea, para qué negarlo. Sin embargo, aclararé que lo más complicado de escribir un prólogo bajo estas circunstancias no es sentarse frente a la página en blanco y unir una letra tras otra hasta formar palabras, con mejor o peor tino. No. Lo más complicado es lo que implica emocionalmente.
El lector que se acerque a este libro podrá, en mayor o menor medida, interiorizar las palabras de Martha Jacqueline Iglesias Herrera y sentirlas, incluso, suyas. Puede que se les anclen en el alma o les lleven a mundos que aún no conocen o, tal vez, adornen sus sueños –de los que la autora habla mucho– o sus carpetas de estudiante o acaben parafraseados en un post-it pegado al borde de su ordenador de oficina. No es difícil –esto no– dejarse llevar por la musicalidad de sus versos, por la melodía de sus palabras, a veces intrincadas, que hablan de islas y de universos, de imposibles y de tiempos distorsionados. Por eso, ¿por qué no habrían de ser versos para recordar, para tener presentes en esos momentos en que necesitamos que la poesía nos dé un poco de color y condimento vivo? No soy yo, no obstante, quien ha de poner en cada uno esa semilla; yo sólo intento introducir este libro, de llamar vuestra atención, de la manera más honrosa posible, hablando desde la honestidad y el sentimiento.
No soy poeta. Puede que tenga un alma sensible, que por mis venas corra la tinta de los libros que he escrito y aquellos que están por venir, pero no soy, como alguien me llamaba hace años, un «domador de versos». A veces, incluso me cuesta comprender y digerir lo intrincado de algunos pasajes, pensamientos y reflexiones. Con Martha Jacqueline, Jacky, me ha pasado más de una vez.
Y es que su pluma araña en lo profundo, más allá de lo cognoscible y con un idioma que está hecho de sueños y despertares en mitad de amores imposibles o perdidos, de tristezas y ausencias, de esperanzas y anhelos, de distancias. Un lenguaje apto para todo el mundo, pero no para todas las mentes.
Conozco a la autora desde hace años. La conozco como se puede conocer a alguien en la distancia, a través del delgado hilo virtual que conforman las redes sociales e internet en sí. Antes, quizá, de que se gestara su proyecto más ambicioso y bonito: Letraweb. En torno a esa página se creó un variopinto grupo de escritores procedentes de todas partes. Algunos de ellos procedían de otra página mítica entre escritores: TusRelatos.com. Con el transcurrir de los años, Martha Jacqueline ha tenido que ver cerrada su Letraweb en varias ocasiones, o acaso trasplantada a otros servidores o soportes, pero siempre estuvo allí, como uno de los sueños de los que nos habla en sus poemas, a veces tan cerca y otras tan lejos e inalcanzable. Sin embargo, reitero, Letraweb siempre fue un punto en el horizonte –lo sigue y, estoy seguro, lo seguirá siendo– hacia el que mirar y dirigir sus pasos. Su estrella polar. Por eso no es de extrañar que en algunos de sus versos se note esa fuerza que la empuja a seguir adelante, día tras día, año tras año, y que siempre se acuerde de aquellos que, de un modo u otro, han querido colaborar con ella y han dejado su impronta.
Hay en la poesía de Jacky –permitidme que hable de ella con esta familiaridad– un tono amoroso permanente que lo envuelve todo. ¿Cómo podría ser de otro modo? El amor es el motor de toda existencia. No el amor romántico, cuyos versos acaparan la mayor parte de este libro, sino el Amor en todas sus variables y concepciones. Si no fuera de ti es eso: amor puro explorado por diferentes vías y experimentado por su tenencia y, más aún, por su ausencia. Y de ese amor versado también viene dado el deseo irrefrenable de posesión, el anhelo profundo cargado de nostalgia y añoranza por un futuro imaginado o un presente soñado. Una sola lectura no basta para extraer todo el jugo de las palabras de este libro que, si de algo no adolece, es de belleza. Los primeros versos anticipan en buena manera lo que vendrá:

Una palabra puede ser un gran discurso.
Un discurso puede ser un gran silencio.
Y es que casi siempre aquello que callamos
es lo verdadero.
La Urna de Matti

Jacky no se calla apenas, pero lo que dice viene dotado de una pátina críptica que no es en sí un silencio, pero sí un terreno vedado a ojos inexpertos. ¿Es acaso mentira? ¿Es una verdad sugerida? O, si nos ponemos a reflexionar en modo cuántico, ¿es acaso ambas? Porque una mentira puede ser una verdad si aquellos ojos que la observan la modifican en ese proceso en el que el cerebro traduce y envía señales o bien lo hacen en función de la información que procesan. Lo que puede ser una verdad para unos, puede también constituir una gran mentira para otros. Eso es lo trágico y lo bello del pensamiento humano y la percepción ilusoria de lo que nos rodea. Sea como fuere, Martha Jacqueline, empieza ofreciéndonos la ilusión de lo que puede o no puede ser, camuflaje de vida.
Huelga decir que la poesía más bella suele nacer de corazones malheridos y necesitados de ese amor romántico o platónico que, en algún momento de nuestras vidas, siempre nos habita. La añoranza es un plato del que come con frecuencia la autora.

Querría decir tu nombre:
…aunque me faltes.
Tu nombre

Porque el recuerdo es peligroso… un arma intensa,
en ocasiones, más temible que el olvido.
Amores que nunca mueren

Tuvimos el amor más grande de este mundo.
Abducida en el recuerdo

Vuelve como si no lo hicieras…
subiéndote en ti mismo,
sentándote al filo de tu alma.
Entrelínea

Podría poner ejemplos a mil, pero sería repetir el libro completo antes siquiera de que comenzaras, querido lector, a disfrutar de su lectura y la desgranases por tu propia cuenta y riesgo. Y el primer acercamiento, he de decir, es importante. Porque en él se implica el descubrimiento de la poesía de su autora y también se ve uno mismo en el reflejo de sus versos. Una primera lectura aporta mucho más si no se conoce hacia donde dirige porque implica algo de iluminación y algo de desnudez repentina, como también de azote y sorpresa. Luego ya vienen otras lecturas más sosegadas, de segundas y terceras interpretaciones, donde la musicalidad también tiene una presencia importante y la belleza residual queda anclada y nos somete para que rescatemos esas palabras una y otra vez.
Ese residuo, ese poso es lo que queda tras varias lecturas y la reiteración de determinados versos. Para mí hay algunos que quedaron varados en las arenas de esa isla que todos tenemos y a la que recurrimos en momentos de reclusión y reflexión profunda. Como ese de Te miraré de lejos que comienza así


Te miraré de lejos…
desde la isla que enmudeció con tu silencio
desde el silencio que aleccionó mi grito de nostalgia.

O los nueve versos de Acuarela que se retuercen en el «sueño no soñado» y nos invitan a preguntarnos por todo aquello que no disfrutamos o vivimos. O ese triste verso de Si no fuera de ti, poema que da título al poemario, que seguro a más de uno le recordará tiempos de amor desdichado: Quizá fui más de ti, que de mí misma.
Hay tantos y tantos versos sobre los que detenerse una y otra vez que no tiene sentido, como decía antes, ofrecerlos todos antes de que el lector pueda llegar a ellos por su propio pie. Hay sitio para aventuras oníricas e imaginarios místicos, pero tras todo ello predomina el amor. Sin embargo, no es una oda a la alegría. Predomina la tristeza, la añoranza, la necesidad afectiva, el desamparo, la lejanía, la insoportable separación, la imposible unión, el amor pasado que no volverá y el futuro que nunca será. El poco sitio que ocupa el presente, está cargado de pasión carnal, de besos y caricias, de sudor y movimiento bajo las estrellas. Lo cual, por muy doloroso que a veces sea leer a Martha Jacqueline, se trasluce en sus páginas el corazón pasional de un «animal» de sangre caliente, lleno de vida interior.
No soy poeta, pero soy consciente de que, para escribir poesía, se necesita una sensibilidad especial, un alma emocional receptiva y un dominio de la palabra que pocos tienen. No, no soy poeta, pero puedo afirmar, con todas las de la ley, que Martha Jacqueline Iglesias Herrera sí lo es.
Por eso, lector, merece la pena adentrarse en estas páginas y beber del cáliz que la autora nos ofrece. Un caldo amargo, pero cálido. Como la vida misma, como el propio amor. Lleno de inconmensurable belleza y, por desgracia, tendente a la generación de esas cicatrices que nos acompañarán por siempre y a las que acudiremos en nuestro recuerdo con nostalgia.

Víctor Morata Cortado
21 de junio de 2016