Quisiera hoy dejar de ser aquella
que confundía octubre con tu risa
que fabricaba el pan de tu mirada
y te zurcía el cansancio de la prisa.
Quisiera arder de fiebres imposibles
y negar el quehacer difícil de la
espina
para que no me duela el alba de este sábado
ni tu nombre caído en la
ceniza.
Pero sigo desnuda contando las
estrellas
y tu noche en mis ojos pasa desconocida,
qué olvido tan violento parecido a una
piedra:
me devuelve el golpe hiriéndome en mí misma.