jueves, 9 de mayo de 2019

Fragmento de mi novela: Test 99...



Prisión de Cunhal 

Trento se quedó observando al hombre de un metro ochenta que estaba amarrado en la cama con tiras de cuero gastado. Respiraba con dificultad y sus ojos, de un azul intenso, parecían mirar al techo sin verlo. Procurando no hacer ruido, Trento acercó una silla a la cabecera.

—Hola Tudyk… me han dicho que quería verme. Mire… le he traído unas revistas de ingeniería inversa. Sé que le gustan —dijo de un modo amable mirando el delgado rostro de tez dorada.

Trento aguardó alguna reacción. El enfermo permaneció en silencio.

—¿Qué quiere de mí? Créame Tudyk… no tengo mucho tiempo.

Tudyk sacudió la cabeza como alejando algún mal pensamiento. Luego, como hipnotizado, se quedó mirando fijamente a su visitante. Trento miró dentro del abismo de sus ojos y lo recorrió un escalofrío.

—¿Cree en las casualidades doctor?
—No —respondió pensativamente —. Aunque, a decir verdad, existen la ocurrencia de accidentes, las reglas del azar y algún que otro suceso imprevisto.
—"Usted no ve, sus ojos son ciegos" —dijo en tono de compasión—. "No entiende las puertas que se abren".
—Leí su historial… ha tenido una brillante carrera científica.

Tudyk sonrió.

—Eso no tiene importancia. Escúcheme sólo cuando deje de oírme.
—No lo entiendo.
Hay sucesos que ponen en movimiento potencias, Sr. Trento. La arquitectura del futuro es muy compleja. Existe un orden, si éste se interrumpe queda resquebrajada la misma. 

Tu nombre (Poema de Horacio De Stefano)...


no sé ayer,
no sé…
quizá mañana nadie sepa quién sos
y hasta hoy mismo tal vez seas una fragancia distinta por el barrio,
distinta y desconocida…
pero hoy te huelo,
pero siempre supe que mañana nadie más que vos sabrá de mí,
ni el empedrado de mi calle vieja que duerme bajo el asfalto,
ni la bendita confesión de un sueño más arraigado que mi propia muerte
y aún más hondo su beso de sabor a sangre y…
no sé… tu boca llevará, mordiéndome en tu instinto, una palabra
que no explicará jamás cuánta belleza pude rozar al tocarte,
ni el color de las almendras,
ni el gusto del vino que se hizo trago en tu boca,
ni el silencio de las vías que llevan al sur sin rostros y me dieron el silencio,
ni este extraño especiero de suspiros atragantando las bocas de tormenta
de la ciudad que es abismo y madrugada…
nada explicará el secreto de la vida,
ni la simplicidad del tiempo entre las manos,
ni la pureza de una lágrima o de tu cuerpo mojado,
ni mi muerte,
pero siempre habrá un instante reconociendo al destino,
y "nadie sabrá quién sos", "ni para quién fue estos versos",
nadie más que vos y yo,
quizá nada más importa o quizá esté enloqueciendo…

…en una esquina me quedo respirando,
vivo por lo que crece en las manos
y por lo que hemos perdido…