viernes, 17 de abril de 2020

Cortejo de mirarte (poema)...

Ahora… cuando la noche se abre como un capullo al sentir el temblor de la savia, cuando la soledad se mira en mí como hierba sedienta que se inclina sobre el espejo de un río, cuando el amor recobra la fuerza de su juventud y cohabita con su propio destino, cuando el sueño tiene su luz en un reino de dóciles distancias, ahora… es el momento de mirarte.




Mis ojos te recorren
y el corazón va besando mi mirada.

Entonces te imagino acortando lejanías,
robándole las llaves a la suerte
para abrir las puertas que separan,
mojando de agua bendita los umbrales
carcomidos de tiempo y añoranza,
bebiendo el dulce brebaje del recuerdo
para no darle tregua a los olvidos,
haciendo un talismán de huesos de pescado
para alumbrar el viaje que no acaba,
dejándome un sitio allí en tu lecho
para ahuyentar las sombras de la casa.

Ahora… cuando sopla una brisa que se me hace tu aliento por mi cara, cuando me llega la luz de unas estrellas que impasibles dioses apagaran, cuando la ilusión de ayer me anuncia que somos todavía, cuando el espejo me devuelve el rostro de aquella que te ama con la vida, ahora… es el momento de mirarte.

Entonces te imagino
encerrando el poder de la negrura
en el vuelo de un pájaro,
tatuándote la piel con aquel signo
que tiene una potestad semejante al ensueño,
celebrando el matrimonio de mis manos y tu sonrisa,
haciendo un círculo de sal
para preservar, en su centro,
mi fortuna de humilde,
convirtiendo en riqueza de la inmortalidad
la luminosidad de un día.

sábado, 11 de abril de 2020

Fragmento de mi novela El Engastador: “Camino hacia las Avenidas del Poder” …

Hola amigos, hoy deseo compartirles otro capítulo de mi novela de ciencia ficción: El Engastador.


CAPÍTULO 5: EL EMPUJÓN DEL PODER

Yo apenas podía moverme de mi sitio luego de lo ocurrido. Amira recobró de inmediato la compostura como si no hubiese sucedido nada y comenzó a avanzar a paso rápido. De pronto, El Engastador se detuvo como impelido por un pensamiento antiguo y nos dio un trago del brebaje vigorizante que guardaba en el Kuscho.

―Hoy no vamos a dormir a la intemperie… pernoctaremos en mi chacra, que se encuentra cerca de aquí.
―¿Su chacra? ―dije observando las profundidades de la selva que nos rodeaba.
―Sí. Camina detrás de nosotros, no pierdas el paso.

El brebaje me produjo un efecto estimulante, pues a pesar de toda la distancia recorrida no me sentía cansada. Llegamos a una zona donde el bosque se hacía menos denso. El Engastador y Amira terciaron por un camino de tierra apisonada flanqueado por romerillos, manzanillas y oréganos brujos. A la altura de un montículo de piedras coronado por una cruz, el sendero se bifurcó en dos trillos idénticos. Ellos siguieron el que quedaba a nuestra izquierda. Como a los veinte pasos, El Engastador abrió una reja cubierta por una cerca de malla metálica y desaparecieron tras cruzar el umbral de la misma.

Yo los iba siguiendo con determinación, pero al empujar la reja no pude abrirla. Una fuerza descomunal me impedía el paso. En ese instante, una nube escondió a la luna y quedé sola, en medio de la oscuridad. Volví a empujar con más fuerza, pero no sucedió nada. Busqué a tientas con la mano por si había algún cerrojo que me hubiera pasado inadvertido, pero los refuerzos se me mostraron limpios. Persistí otra vez en mi intento antes de darme por vencida y, para mi sorpresa, pude abrirla, pero con mucha dificultad. Parecía hecha de plomo o de un metal muy pesado. Bajé por el sendero por donde habían desaparecido El Engastador y Amira. Vislumbré luces en la chacra. La luna volvió a asomarse resplandeciente y miré al cielo para contemplarla. Entonces, no di crédito a lo que veía: había dos lunas. Una quedaba a mi espalda y la otra encima de la chacra del Engastador. Corrí hacia allí con toda la cautela que pude para no tropezarme con los salientes de piedra bruta. La temperatura estaba fresca y, sin embargo, llegué empapada de sudor.

Has tardado más y menos de lo que esperaba ―dijo El Engastador con una sonrisa.

Ellos se hallaban sentados frente al fuego de una chimenea de estilo rústico y campestre. Les conté, sin omitir detalles, todo lo que me ocurrió. El Engastador se levantó de su silla de mimbre moviendo la cabeza y se dirigió hacia una cocina de dimensiones reducidas en la que había, empotrada en una pared de ladrillos desnudos, una mesa de teca con olor a barniz recién untado. Sirvió, en unos cuencos de barro, una sopa de verduras con plátanos que tenían forma quebrada, y en un plato de loza china colocó trozos de un pan amarillo de molde rupestre, frito con cebollinos, dientes de ajo y enchumbados en una pasta de ají. Me indicó con un gesto la butaca que se encontraba frente a él. Yo tomé asiento en lo que Amira acababa de disponer los cubiertos y traía una tetera con una infusión de té negro.

―Lo que te sucedió es lo que llamo el Empujón del Poder. Forzaste con tu intento la abertura entre mundos y por un instante pudiste vislumbrar otro universo.

martes, 7 de abril de 2020

La ofrenda (poema)...

Quisiste darme una ciudad,
la constancia del aire
en ese atardecer pletórico en gorriones,
la raíz del perfume que tiende el peregrino
como un puente con vistas hacia el mar.

Sí, quisiste darme una ciudad
con las puertas abiertas al vuelo de ese pájaro
que habita en mis patios interiores,
creciéndome de sombras en todo mediodía,
con murallas que no hicieran temblar al que regresa
sediento del amparo de ser libre.

Más era sencilla tu intención
y en vez de una ciudad me diste un sueño.