
Entrevista efectuada a Manuel Ruano a raíz de reparar y prologar la edición de la “Obra poética” de Olga Orozco, editado por Editorial Biblioteca Ayacucho, Caracas 2000.
Mi sueño fue tejido con el canto temible de los muertos.
En él había un hombre (y eras tú)… que traspasaba con su hechizo el mundo sutil de las esferas, convocaba a los elementales con el hierro y los jaspes de Marte y reunía brujas alrededor del fuego con un polvo encantado de alas de murciélagos.
Tenía la pericia de un ramo de espliego para librar al rastro de sus antiguas huellas, y era un mago que fundía estatuas con el torso de Zeus en un salón de fiestas.
Mi sueño era un sueño que despertaba siempre soñando con ser sueño.
Austin Osman Spare fue un artista y ocultista inglés que trabajó como dibujante y pintor. Influenciado por el simbolismo y el art Nouveau, su arte fue conocido por su claro uso de la línea, y su representación de imágenes monstruosas y sexuales. En una capacidad oculta, desarrolló técnicas mágicas idiosincrásicas que incluyen la escritura automática, el dibujo automático y la sigilización basadas en sus teorías de la relación entre el yo consciente y el inconsciente.
Así como toda flor se enmustia y toda juventud cede a la edad,
así también florecen sucesivos los peldaños de la vida;
a su tiempo surge toda sabiduría, toda virtud,
más no les es dado durar eternamente.
Es menester que el corazón, en cada llamado,
esté pronto al adiós y a comenzar de nuevo,
esté dispuesto a darse, animado y sin pudores,
a nuevos y distintos desafíos.
En el fondo de cada comienzo hay un hechizo
que nos protege y nos ayuda a vivir.
Debemos ir serenos y alegres por la Tierra,
atravesar espacio tras espacio
sin aferrarnos a ninguno, cual si fuera una patria;
el espíritu universal no quiere encadenarnos:
quiere que nos elevemos, que nos ensanchemos
escalón tras escalón.
Apenas hemos ganado intimidad
en un morada y en un ambiente,
ya todo empieza a languidecer:
sólo quien está pronto a partir y peregrinar
podrá eludir la parálisis que causa la costumbre.
Aun la hora de la muerte acaso nos coloque
frente a nuevos espacios que debamos andar:
las llamadas de la vida no acabarán jamás para nosotros...
¡Ea, pues, corazón, arriba! ¡Despídete, estás curado!
Es un puente para unir ambos mundos…
Tiene el color de ese polvillo del tiempo
que cae sobre los años que escapan del futuro.
Tiene la consistencia del roce de una niebla tan desolada como el eco de unos pasos
que cruje sobre el entablado del destino.
Tiene el misterio del piadoso aire de las tumbas de dioses olvidados
que desconocieran en su reino la sangre secreta de sus hijos.
Tiene el embrujo de un pájaro nocturno negado a toda oscuridad
que aletea sumido en la memoria del hechizo de un cielo
en el que ángeles rebeldes ungieran sus designios.
Es un puente hecho para la evocación. Quien lo cruza no podrá regresar.