Por Horacio De Stefano
Buenos Aires, mayo del 2016
¿Cómo presentar un libro de poesía?... ¿cómo describir el vuelo de una
mariposa o el yunque de un herrero?
¿Cómo presenciar el nacimiento de los frutos?: ¿desde las manos del
labrador?, ¿desde la grieta de la tierra fértil?
¿Cómo presentar un libro de poesía?
Se habla de un autor, de su alma rebelde y a la vez dócil. Se habla de
los versos, libres de ser, pájaros… el canto del alma, el rugido del amor en
cada verso.
Seguramente ambos elementos, autor y obra, están mucho más ligados entre
sí de lo que puedan especular o decir de ellos estas palabras.
No imagino ahora la importancia de un prólogo, pues sólo puedo
dimensionar entre vislumbres el camino que se abre a partir de las páginas
siguientes… quizá esto sea un simple acompañamiento que, imposiblemente, pueda
dragar la profundidad de dicho camino, las páginas verdaderamente necesarias.
El amor del poeta… la piel de la poesía…
Fuego y lluvia, eso será cada poesía en su más noble decir.
Polvo y viento el poeta, sólo eso, nada más y tanto, en la colonia de
sueños y realidades que lo atraviesan.
De poco y nada serviría intentar descifrar los laberintos que lleva la
mariposa en su vuelo… y es que tampoco existe un servir en descifrarlos,
debemos pues explorarlos con los sentidos. Y es el impresionante acto de
quedarse uno inmóvil, inmovilizado y flotando, observando semejante belleza…
una de las maravillas de nuestra naturaleza: el vuelo de la mariposa, el alma
del poeta, el yunque del herrero.
Y él lo sabe, pájaro de alas de seda, porque eso mismo es su poesía, el
espíritu sin fronteras que fascina al amador que lo observa y lo inmoviliza,
con brisa en el cuerpo, flotando, mientras libera todo el caudal de su
frescura.