La
plaza está vacía.
Acaso
llueve para desenterrar el tiempo.
El
día muere acribillado de un agua que no cesa
dejando
en su estampida un rastro
de
puntos suspensivos
por
la enramada transparencia.
Alguno
que otro vuelo lo despide.
Todo
baja. El polvo también cae.
Se
apaga entre los brillos de la noche que surge
adoquinada
de lunas servidas en los charcos.
Recostadas
al pretil de sus orillas
las
lenguas del silencio se las beben.
La
plaza está.
El
resto nunca estuvo.
Martha Jacqueline
Del poemario: "Topografías del silencio"