Hoy, mañana, ayer… qué importa.
Era preciso habitarte en la última huella que dejaras
para saber qué pasos te sostienen de tu sombra,
cuando te hacen los silencios como hacen las letras los escribas
y quedas fugado de tu cuerpo como la historia de la hoja:
-inasible- socorrido en otros vértigos, médanos, ruinas,
levantando polvaredas de desvelos antes de haber partido
dando cuentas a la ausencia -de lo que apenas fuiste dueño-
yéndote a ninguna parte para volver a irte.
Era preciso poblar el eco absorto de los muros,
echar aquellos sueños en el puerto, izar bandera blanca,
y caminar desnuda por tus noches,
para tirar la llave de tu puerta en el soplo de luz que te sostiene
entre los páramos idos del pasado,
en la última huella en que te habita la mirada muda,
sobre tu sombra.