La noche
sólo es explicable con la noche. Y la noche, como la poesía, es creación.
Podríamos preguntarnos: Creación, ¿de quién? La noche es creación del misterio,
de la magia, del encantamiento, de los sortilegios, del hechizo, de una
interrogación que desemboca en la corriente de lo extraordinario, en la
corriente de las distancias siderales … y, ¿por qué no afirmar lo que intuimos
de antemano?:
La noche es
creación de Dios.
La noche es
acontecer, se instala en uno y crece continuamente como esos enigmas que
siempre nos resultarán inexplicables. Para el poeta, es talismán. Nace de un
punto ciego que se entronca con lo sagrado. Nace de una necesidad. Necesidad
que cubre la desnudez infinita de los hombres. La noche es tentación. Es
exigencia de lo infinito. Es la posibilidad y expresión más alta de las
sombras. La noche es otro sol.
Entonces,
¿cómo Decir la Noche desde la encarnación de la palabra, desde un poema?
Sólo tengo
una respuesta: Decir la Noche desde la inspiración.