Lo imposible, sí, lo imposible…
algo que se parece al relieve
de tu rostro brillando en el cielo de mi soledad,
apenas una inextinguible sombra
en la marcha del acontecer
que se escapa por las fracturas
del alma
o el reverso de un escenario que
se divide y multiplica
en la obra más excelsa de Dios.
Lo imposible, sí, lo imposible…
territorio inexplorado donde se
fraguan los vínculos de todo lo inasible,
esa piedra juzgada en el
presente por el pecado del polvo que fue ayer,
o arca de Noé para salvar
especies que no son de este mundo.
¿Acaso has percibido su flor
nacida en equinoccios
oculta en la memoria del gran
día?
¿Acaso has visto la moneda que
paga el precio de su muerte
en manos del barquero que lleva
a la otra orilla?
Lo imposible, sí, lo imposible…
algo como el vacío que me crece
dentro y no puedo palpar cuando te pierdo,
como cuando busco en un libro
cualquiera de la noche
una palabra, un signo,
una señal que llegue poco a
poco y se detenga,
para invocarte en mi versión de
tristeza contenida en una lágrima
que coge el atajo de mis venas
rumbo a la corteza de mi corazón
y luego rueda y rueda por la
sangre del delirio,
hasta inundar de rojo los años
perdidos en los años,
los hijos no llegados, el paso
interrumpido.
Lo imposible, sí, lo imposible…
un muestrario de cartas
marcadas en el brillo del cuarzo
que predice lo que nos sustrae
y lo que nos excede...
apenas el incendio de tu
ausencia sofocado en estos versos escritos por mis manos
o la rebelión de tu silencio
lanzándome un zarpazo que hiere como muerte
y no puedo evitar.
Lo imposible, sí, lo imposible…
esa rara sustancia,
ofensiva
secreta del suspenso en la obra más excelsa de Dios.
Martha
Jacqueline Iglesias Herrera
Del
Poemario: Ritual de lo invisible (2018)
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