lunes, 4 de febrero de 2019

Prólogo a mi libro de poemas: “Decir la noche” …


La noche sólo es explicable con la noche. Y la noche, como la poesía, es creación. Podríamos preguntarnos: Creación, ¿de quién? La noche es creación del misterio, de la magia, del encantamiento, de los sortilegios, del hechizo, de una interrogación que desemboca en la corriente de lo extraordinario, en la corriente de las distancias siderales … y, ¿por qué no afirmar lo que intuimos de antemano?:

La noche es creación de Dios. 

La noche es acontecer, se instala en uno y crece continuamente como esos enigmas que siempre nos resultarán inexplicables. Para el poeta, es talismán. Nace de un punto ciego que se entronca con lo sagrado. Nace de una necesidad. Necesidad que cubre la desnudez infinita de los hombres. La noche es tentación. Es exigencia de lo infinito. Es la posibilidad y expresión más alta de las sombras. La noche es otro sol.
  
Entonces, ¿cómo Decir la Noche desde la encarnación de la palabra, desde un poema?

Sólo tengo una respuesta: Decir la Noche desde la inspiración.


Martha Jacqueline Iglesias Herrera

¿Quién paga este silencio?

Amor,
llevo tu beso como un flechazo preciso
contra mi desamparo.

¿Quién paga este silencio
cuando crujo de miedo en el abrazo
en que me faltas?

Lentas caen las estrellas del cielo que fue mío
mientras me ciñe la luz de formas cotidianas.
Mira el caos de mi sangre,
los ríos de mis venas desbordan de gritar
cuánto te extrañan.
                                                                                     
Tan indefensa voy bajo la noche,
pensando cosas que no logro resolver en la nostalgia.
Este continuo latido en lo callado
alguna vez fue discreción de beso tibio.
Febrero se hace triste si me faltas.
Febrero ardiente
que hiende la tierra donde piso,
debajo de mis pies se abre un abismo
que sólo he pretendido cruzar con tu perfume
tendido como un puente a lo soñado.

He regresado al mar ya tantas veces,
su sal,
su inmensidad sedienta,
sus horizontes,
me gastan de intemperie la piel al recordarte.

Si vieras la fibra doliente que me crece
rompiéndome por dentro,
no atormentarías con la distancia a esta ternura
que se refugia -dócil de alas-
en el altar de aquello que florece.

Amor…
Algo subsiste en los rituales que el tiempo
va sembrándome en la carne.
Sobre tu nombre, hombre,
corren las aguas más hondas de la vida
lloviéndose en mi sangre.

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