miércoles, 9 de noviembre de 2022

Cuando ese corazón se apague no habrá razón para seguir existiendo...

Por Víctor Morata Cortado


Todo empezó con un gran terremoto que estremeció cada partícula de la superficie terrestre y las personas se asustaron y suplicaron al cielo, cada uno a su dios, clemencia y salvación. De los que no perecieron bajo los escollos de la civilización urdida con hormigón, acero y cristal, muchos salieron a las calles, la mayoría levantadas en sus cimientos y desquebrajadas, como invitando a bajar a los infiernos, anunciando el Apocalipsis sin remisión y dando posibilidades de renunciar al pecado y redimirse. Los falsos predicadores llenaron los rincones más inhóspitos del planeta. Los débiles de corazón se unieron a ellos con la esperanza de ver eludidas sus responsabilidades y obligaciones, de sentirse protegidos ante un ente líder que rigiera la comunidad creada. Los fuertes trataron de hacerse con el poder por este u otros medios más hostiles, utilizando armamento de alto calibre. En cualquier caso, tras aquel temblor, el mundo no fue igual y, durante el poco tiempo que duró la rebelión de las masas, surgió de las entrañas de los hombres un afán por la supremacía que debilitó las relaciones humanas en demasía.
No pasaron más de tres semanas hasta que otro gran seísmo pareció invadir la superficie y a sus más de seis mil millones de seres humanos. Sus vidas se vieron más en peligro aún que en el primer aviso, pero no recapacitaron acerca de los actos cometidos entre ambos cataclismos. No fueron más que el inicio. En este segundo movimiento de las capas tectónicas, la Tierra produjo un crujido intenso desde el corazón mismo y pareció que el mundo se desquebrajaba por todos lados. El que había obrado mal temía por su más allá y el que no, temía por su vida y la injusticia de verse morir habiendo sido un buen siervo del bien. No había distinción entre la generosidad y la avaricia, entre el odio y el amor. Todos fueron recluidos en un mismo saco, como fichas revueltas en una rifa o un bingo. Ahora faltaba la mano inocente que las fuera sacando una a una para determinar sus destinos.

Sueño crucifixión



 
Antes de nosotros, otros fueron. Crecimos el abrazo hacia dentro, hasta contener el asombro de mirarnos. Una línea imaginaria, quizá, un horizonte, blandía sobre nuestras cabezas la danza de otras formas. Solo el misterio del reflejo conectaba el más allá con nuestra sombra terrenal. Luego la nada. Gasté las vías de aquel lejano sueño, soñándolo.

Martha Jacqueline Iglesias Herrera

martes, 8 de noviembre de 2022

FRAGMENTO DE MI NOVELA EN PROCESO DE REESCRITURA: "EL ENGASTADOR".


Quedé sola en medio del cementerio. Unos cuervos pasaron graznando por el cielo nublado. Me arrodillé ante la lápida y pasé mis dedos por los caracteres desconocidos. Me humedecí las rodillas. De forma inesperada, Aviro hizo contacto mental conmigo. Otra vez pasaron por mi mente imágenes sin sentido, hasta que de pronto las letras de la lápida comenzaron a tener significado para mí. 

La inscripción decía: 

«Soy Razazel, el que vuelve de entre los muertos. Así sea.»

Un escalofrío me recorrió el cuerpo. Entonces sentí pasos detrás de mí. Me volteé, pero no había nadie. La reja de la entrada del cementerio se cerró con estruendo y luego comenzó a agitarse sobre sí misma impulsada por una fuerza invisible. Puse mis sentidos en alerta y mi pulso se paralizó. Una densa niebla emergió de las tumbas y un búho pasó volando a ras de mi cabeza. Levantando remolinos de hojas secas y húmedas el viento comenzó a soplar por un breve intervalo con ímpetu de temporal. Me pareció distinguir una silueta entre las tumbas, pero cuando enfoqué bien la mirada había desaparecido. No quise seguir tentando a la suerte y me dirigí lo más rápido que pude, por no decir corriendo, hacia la casa de Suzanne.

Cuando llegué ella me esperaba sentada en un taburete.

—Tenemos que hablar —dijo. 

Cuando me senté, la habitación se me hizo difusa y caí al suelo.


MARTHA JACQUELINE IGLESIAS HERRERA

Iniciación humana y solar del maestro tibetano Djwhal Khul, (Alice A. Bailey)





Quiero comenzar este post hablándoles de Alice Bailey. Como muchos conocen, fue una escritora inglesa y practicante del esoterismo.

Los textos, que conforman el libro del que hoy quiero hablarles, los escribió en 1919 y de ellos afirmó que fueron dictados telepáticamente por el maestro tibetano Djwhal Khul. En estos da a conocer la existencia de la jerarquía espiritual que Madame Blavatsky ya había difundido.

En iniciación humana y solar desarrolla una estructura teórico ocultista de gran dificultad y envergadura. Este es un libro que nos permite comprender que en todo hombre dormitan facultades que le posibilitan alcanzar el conocimiento de los mundos superiores. La enseñanza recibida en este entrenamiento ha sido llamada “enseñanza oculta”, “esotérica” o “ciencia espiritual”. Este saber oculto no es para el hombre común un misterio mayor que lo es la escritura para aquel que no la ha estudiado. Y así como cualquier persona puede aprender a escribir sí emplea los métodos adecuados, así también todo hombre puede llegar a ser discípulo, y hasta maestro de la ciencia oculta, si busca los caminos apropiados. 

lunes, 7 de noviembre de 2022

Poema...


 Detrás…
el cielo del mundo es una raya en la palma del tiempo
que se lee sobre el pecho de la eternidad.
El viento florece en las espigas.
Vistamos la penumbra de sencillo,
la voz de lo profundo, en el umbral.

Martha Jacqueline Iglesias Herrera

domingo, 6 de noviembre de 2022

YA NO PUEDO NEGARTE...



Ya no puedo negarte mi condición de rosa
que puede deshojarse a un soplo de tu brisa
ni que te espero en una esquina de mayo
con una desnudez casi definitiva.

Ya no puedo negarte que velo la tristeza
para que no malogre el alba de tu risa
ni que por ti “mi siempre” ya tiene primavera
y que al buscarte me urge el gesto de la prisa.

Ya no puedo negarte este cielo en la sangre 
que sembraste de soles, de lunas y de estrellas
ya no puedo negarte la raza de esta carne
que termina, mi amor, allí donde tú empiezas.

Martha Jacqueline Iglesias Herrera
Del Libro de Poemas: “Desnuda como Eva” (2020)