Antes de
nosotros, otros fueron. Crecimos el abrazo hacia dentro, hasta contener el
asombro de mirarnos. Una línea imaginaria, quizá, un horizonte, blandía sobre
nuestras cabezas la danza de otras formas. Solo el misterio del reflejo
conectaba el más allá con nuestra sombra terrenal. Luego la nada. Gasté las
vías de aquel lejano sueño, soñándolo.
Martha Jacqueline Iglesias Herrera