martes, 8 de noviembre de 2022

Iniciación humana y solar del maestro tibetano Djwhal Khul, (Alice A. Bailey)





Quiero comenzar este post hablándoles de Alice Bailey. Como muchos conocen, fue una escritora inglesa y practicante del esoterismo.

Los textos, que conforman el libro del que hoy quiero hablarles, los escribió en 1919 y de ellos afirmó que fueron dictados telepáticamente por el maestro tibetano Djwhal Khul. En estos da a conocer la existencia de la jerarquía espiritual que Madame Blavatsky ya había difundido.

En iniciación humana y solar desarrolla una estructura teórico ocultista de gran dificultad y envergadura. Este es un libro que nos permite comprender que en todo hombre dormitan facultades que le posibilitan alcanzar el conocimiento de los mundos superiores. La enseñanza recibida en este entrenamiento ha sido llamada “enseñanza oculta”, “esotérica” o “ciencia espiritual”. Este saber oculto no es para el hombre común un misterio mayor que lo es la escritura para aquel que no la ha estudiado. Y así como cualquier persona puede aprender a escribir sí emplea los métodos adecuados, así también todo hombre puede llegar a ser discípulo, y hasta maestro de la ciencia oculta, si busca los caminos apropiados. 

lunes, 7 de noviembre de 2022

Poema...


 Detrás…
el cielo del mundo es una raya en la palma del tiempo
que se lee sobre el pecho de la eternidad.
El viento florece en las espigas.
Vistamos la penumbra de sencillo,
la voz de lo profundo, en el umbral.

Martha Jacqueline Iglesias Herrera

domingo, 6 de noviembre de 2022

YA NO PUEDO NEGARTE...



Ya no puedo negarte mi condición de rosa
que puede deshojarse a un soplo de tu brisa
ni que te espero en una esquina de mayo
con una desnudez casi definitiva.

Ya no puedo negarte que velo la tristeza
para que no malogre el alba de tu risa
ni que por ti “mi siempre” ya tiene primavera
y que al buscarte me urge el gesto de la prisa.

Ya no puedo negarte este cielo en la sangre 
que sembraste de soles, de lunas y de estrellas
ya no puedo negarte la raza de esta carne
que termina, mi amor, allí donde tú empiezas.

Martha Jacqueline Iglesias Herrera
Del Libro de Poemas: “Desnuda como Eva” (2020)

sábado, 5 de noviembre de 2022

El sexto hombre de Charles Cumming



Jamás se debe capturar a un espía, ¿saben? Hay que descubrirlo, y a continuación, controlarlo, pero nunca hay que atraparlo. Un espía capturado causa muchísimos problemas más.
HAROLD MACMILLAN



Hoy quiero hablarles de una novela que tiene como eje principal uno de mis temas predilectos: el espionaje. La trama de la misma gira sobre un hecho real: los espías de Cambridge, cuyo reclutamiento se considera la «penetración» más exitosa realizada por una inteligencia extranjera en toda la historia del espionaje. Basta decir que en Rusia a estos agentes del Trinity College se les conoció sencillamente como “Los Cinco Magníficos”.

Para los que no conocen la historia diré que estos cinco hombres fueron reclutados por el NKVD, futuro KGB, durante los años treinta del siglo XX. Ellos fueron: Anthony Blunt, Kim Philby, Donald Maclean, Guy Burgess y John Cairncross. Es necesario destacar que en aquella época había un gran entusiasmo por la actividad antifascista, lo que hizo a muchos jóvenes entrar en el Partido Comunista. Los soviéticos aprovechando esta cobertura formaron una red de agentes británicos, más conocidos como «topos» en la jerga de los servicios secretos, con aquellos que optaron por trabajar menos al descubierto.

Charles Cumming en “El sexto hombre” nos hace un llamado de atención con una propuesta interesante: ¿existió un sexto espía?

jueves, 3 de noviembre de 2022

JACKZAZEL: CANTO V

 NOTA DE LA AUTORA: Jackzazel es un canto para alcanzar un punto de elevación desde el cual se puede contemplar, a pesar de nuestra manifiesta insignificancia, el anchuroso horizonte que mella los límites de las imposibilidades del hombre, amplificando el ser un paso más allá de sí mismo. Es un caos, un maravilloso caos pincelado de matices filosóficos, dentro del cual pueden oírse los acordes de una inusitada música.

Es mi obra menos entendida, la más compleja y una de las más queridas. 

Soy Jackzazel,

el que perdió de vista con su traje de hombre los inconmensurables horizontes de su destino,

el que vio al Ángel descender de su morada etérea para verter las semillas de su gracia

en los surcos terrestres de este mundo.

 

Escucho ahora, dentro de mí, una voz desconocida que se eleva

sobre el polvo de los siglos bajo el que yacen mil generaciones:

 

Eleva tu oración Jackzazel, siente tu pequeñez y tu miseria.

Escucha el concierto armónico del infinito.

Todo te habla en un lenguaje que vibra, canta y palpita en el Universo.

Eres el hombre aún niño que aprende con débiles balbuceos el alfabeto musical

de ese poema sin fin cantado por los astros.

miércoles, 2 de noviembre de 2022

Los Drocornios de Calíghuly (Fragmento de mi novela El Engastador)




Calíghuly, año 1779

La vieja Maía se asomó a la ventana y observó al sol que, como una gran bola de fuego, alcanzaba su punto alto en el cielo. El calor del astro, sin embargo, no era suficiente para menguar los rigores del invierno. La Epidemia de Calandra, traída del Alto Valle por comerciantes y usureros, cada día hacía más estragos entre los habitantes de Calíghuly. Maía observó la calle principal donde se alzaban pilas de cadáveres humanos con los cuerpos llagados y los ojos abiertos por un terror antiguo. Los niños huérfanos corrían, sin temor al contagio, alrededor de los difuntos arrebatándole las pertenencias y los objetos de valor.

La hechicera cerró la ventana y movió con cansancio la cabeza. Al lado de la chimenea, Ougust maullaba -simulando el llanto de un recién nacido- mientras arañaba con sus uñas el piso de tierra apisonada de un color rojo diabólico. La cabaña era de reducidas proporciones, pero tenía un desorden que parecía el orden de la investigación perseverante. Encima de la puerta de entrada un gran cuervo disecado se mantenía en posición de vuelo. En un estante se amontonaban frascos con baba de gato, alas de murciélago, polvo de alacranes y dientes de perro. Por doquier había pinzas, moldes oxidados, redomas ventrudas con líquidos opalescentes que exhalaban relentes ácidos que producían escozor en la nariz, vasijas de cuello corto taponadas con cera y libros cenizosos con cintas selladas con plomo.

Cuando Maía vio al espíritu del primer muerto atravesar la pared de la estancia, comprendió que había llegado su final. Debía actuar con prontitud. Se alzó la amplia falda de volantes azules y vio su pierna derecha cubriéndose de llagas. Se dirigió a la mesa de roble y colocó un rollo de pergaminos amarillentos, les sacudió el polvo y los extendió sobre la superficie.  Luego de un rato sumergida en una lectura que la condujo a profundas reflexiones, tomó una bombona de vidrio ámbar y extrajo de su interior un gran sapo toro. Con pericia de cirujana lo abrió al medio, pues para que el hechizo tuviera efecto debía consultar sus órganos mientras aún latían, y allí leer los designios del porvenir. Tras un rato de meditación, extrajo las vísceras del anfibio y las convirtió en un puñado de cenizas que depositó en un cuenco con otros polvos destinados para el objetivo previsto.