(…) Por un hombre,
por el hombre que amo…
tiemblo de coraje ante la injusticia:
me duelen los críos descalzos de los otros,
el Dios supuesto de los pobres,
tan sordo al ruego,
a queja,
a súplica,
ciego ante la mano nacida para el golpe
del hambre en las costillas.
Por un hombre,
por el hombre que amo…
me duelen los hombres humillados
que no pueden pagar ni un gramo de la sal
del llanto de sus niños,
me duelen los labriegos,
el seno que se seca penando día y noche
en la madre afligida,
me duelen los rencores,
el dolor de los muertos que agria la saliva,
me duele el campesino,
los juguetes tan caros que no pueden estar
en manos de los hijos.