jueves, 7 de enero de 2021

¿Cuánto amas la verdad?

 

¿Realmente amas la verdad o simplemente eres curioso? ¿La amas lo suficiente como para reconstruir tu entendimiento, para conformar una realidad que no encaje con tus creencias actuales, y no te haga sentir feliz en un 120%? ¿Amas la verdad lo suficiente como para continuar buscando incluso cuando duele, cuando revela aspectos de ti (o de la sociedad, o el universo) que son impactantes, complejos e inquietantes, o humillantes, gloriosos e increíbles, o incluso, cuando la verdad va más allá de la misma mente humana? ¿Entonces cuánto amamos la verdad? Yo creo que es una buena pregunta para formularnos”.

 

Scott Mandelker

“En busca de lo milagroso: Fragmentos de una enseñanza desconocida”

“Hay un cuento oriental que habla de un mago muy rico que tenía numerosos rebaños de ovejas. Pero al mismo tiempo este mago era muy avaro. Él no quería contratar pastores y no quería cercar los prados donde pastoreaban sus ovejas. Las ovejas por lo tanto se extraviaban en el bosque, se caían de los barrancos, y así sucesivamente, y sobre todo se fugaban, porque sabían que el mago quería su carne y su piel, y esto no les hacía gracia. Por fin, el mago encontró el remedio. Hipnotizó a sus ovejas y les sugirió en primer lugar que eran inmortales y que no les causaría ningún daño el ser despellejadas, que, al contrario, esto era muy bueno para ellas e incluso agradable. En segundo lugar, el mago les sugirió que él era un buen pastor que amaba tanto a su rebaño que estaba dispuesto a hacer lo que fuese por ellas. Y, en tercer lugar, les sugirió que, si algo les sucedía, tal cosa no ocurriría entonces, en el mismo día, y que por consiguiente no tenían que preocuparse de ello. Después el mago les metió en la cabeza que de ninguna manera eran ovejas; a algunas les sugirió que eran leones, a otras que eran águilas, a otras que eran hombres, y a otras que eran magos.

 

Y después de esto todas sus molestias y preocupaciones sobre las ovejas tuvieron un final. Nunca más se escaparon, por el contrario, esperaban que el mago requiriera de su carne y piel.

Este cuento es una ilustración muy buena de la posición del hombre”.

 Ouspensky

martes, 5 de enero de 2021

Luis Eduardo Aute - Al Alba

LOS ADORADORES DEL DIABLO

Fue cuando el mar se recogió, perdiéndose más allá del horizonte, el día que terminaron sorbiéndose la sangre; sólo, que ya no había nada que sorber. Con la falsa resignación de un condenado a muerte, se habían ofrecido las venas unos a los otros. Pero se descubrieron huecos y, sin embargo, suspiraron de alguna extraña forma parecida al llanto; que, asimismo apuntaba en cierta medida al regocijo. Emiliano Roche fue el primero en partir. Santa lo siguió, como siempre, en silencio;  atrás fueron también: Labrada, Basulto y Carmenates. Taguasco, se uniría después. Antes, lo intentaron todo, pero la mole de agua en su estampida no dejó nada, ni siquiera un poco de cordura. Arañaron, escarbaron, gritaron y masticaron polvo; pero ni un brote tierno, dulce y húmedo acertaron.
 
Bien que lo había estado advirtiendo la Bendicera; incluso, antes de que huyeran de Blenchi. Pero, aquello, era otra época. Tiempos “de boca abajo”: de vaciar los bolsillos sin temor a la pérdida, de pies descalzos y perigallos, y hasta de lucir más años que los justos, pero con todo, años de juventud. La tierra, la propia tierra, apenas si podía vencer las hierbas duras. Más de una vez, agrietada y seca, se abrió bajo los pies y chupó violenta la savia de sus mejores árboles, ahuecándolos y escupiendo luego sus raíces. Blenchi, antes próspera y floreciente, parecía una ciudad con aires de posguerra. Los sueños de siempre quedaban atrás, burlados entre las callejas nutridas a diario de vagabundos expectantes en la penumbra, donde la miseria llegó a ser contagiosa y la lucha fuerte. Si bien cuando empezaron a escasear los muertos que enterraban en sus estómagos, llegaron, incluso, a disputarse la carroña; pronto, se sorprendieron mirándose a sí mismos. Ricos y pobres llegaron a ser todos iguales: los sin mañana y sin ayer. 

 Martha Jacqueline Iglesias Herrera

sábado, 2 de enero de 2021

Novela terminada!!!

 

El día 13 de diciembre del 2020, terminé luego de varios años de trabajo mi novela: El Kébir. He de decir que disfruté mucho el proceso de redacción. Ahora toca dejarla descansar un tiempo para su posterior revisión.

Mientras tanto, estaré ocupada reescribiendo El Engastador y Hondulú, novelas cortas que sólo contaban con 50 páginas pero que he decidido alargarlas hasta las 70000 palabras o más pues he reestructurado completamente las tramas. Espero que este 2021 sea propicio para finalizarlas.

Así que puedo decir que después de tantos libros de poemas escritos me siento muy feliz de contar ya con mi primera novela, de 233 páginas, terminada.

 

Acá les dejo la sinopsis del Kébir:

El Kébir es un árbol enano que permite ver el futuro cuando es combinado con ciertas plantas en las dosis adecuadas y siguiendo un orden de rituales específicos. Estas interconexiones aparecen explicadas en un mapa: El Kappa. Un único error en la preparación trae como resultado la locura y una muerte horrible que llaman: La Fiebre de Marfagones. Dada su complejidad, el Kappa no puede ser memorizado ni trasmitido de forma oral, tampoco puede ser copiado del soporte original, pues trae trastornos psíquicos y hasta la muerte para quien lleva a cabo tal empresa. Ha sido custodiado durante los últimos dos siglos por hombres de alta moral que jamás lo utilizarían para fines personales: los Guardianes del Kappa.

Según una antigua leyenda, el Kébir se encuentra oculto en Santa Roche, un pueblo ubicado en la llanura del Pazco, al sur del río Akawa. Historia plagada de engaños, venganzas, secretos y traiciones. La llegada de los primeros buscadores y después de Josep Kalatrava marca un punto de inflexión del que sus habitantes no saldrán indemnes.

 Martha Jacqueline Iglesias Herrera 

viernes, 1 de enero de 2021

TEST 99

 

Hola amigos. Para comenzar este año 2021 les traigo un capítulo de mi novela en proceso de escritura: Test 99.  

 

Fundación HRP


—McCall, soy el subsecretario del HRP. Tengo acceso a todos los asuntos EC3 internacionales. Si algo hace peligrar la operación, debo ponerlo automáticamente bajo mi radar. Así, que si tiene algo que decirme todavía estamos a tiempo de evitar una catástrofe.

McCall se reclinó en su asiento y, con la barbilla hundida en el pecho, trazó unos círculos rojos sobre el papel en blanco.

 —Hugo Tudyk —dijo por lo bajo.

— ¿Cuál es la fuente para dicha amenaza? —preguntó Trento impaciente.

—La fuente es en extremo confiable. Este hombre fue secuestrado anteanoche del hospital Psiquiátrico Sossamon. Según la enfermera de guardia, tres individuos fuertemente armados irrumpieron en el recinto amenazando con volar el lugar.

— ¿Y cómo se relaciona este paciente con nuestra situación?

—Una de las enfermeras, Mónica Andrade, dice que en los últimos días el sujeto estaba muy nervioso, diciendo incoherencias. Sacó de la basura este trozo de papel, un dictado de Tudyk en uno de sus momentos de crisis.

McCall le mostró un pequeño trozo de papel garrapateado.

—3EC-45alfa768… —leyó Trento en voz alta —. Es una fracción de uno de los códigos de lanzamiento de la operación “Tormenta del Desierto”.

      —Como ve, estas siglas no son de dominio público. Pudiera no significar nada. Pero creo que no debemos arriesgarnos, menos con los últimos acontecimientos.