jueves, 8 de junio de 2017

El arca...

La canoa encalló a orillas del Akawa.
Con las piernas sumergidas en aguas fangosas que empujaban consigo los rastrojos, Pelé, buscando hacer silencio, se echó el fardo al hombro mientras trataba de vencer la corriente poco apacible del río. A menos de un kilómetro se escuchaban disparos y el tumulto de voces de los carabineros. Luego de mirar el monte por segunda vez, de este a oeste, decidió seguir el rastro de la columnata de humo que divisaba en sentido contrario al de los hombres que avanzaban por el arenal.
Te será concedido conocer al viejo jefe.
Y allí estaba, antes de lo previsto. Con paso decidido fue cubriendo las huellas con la harina de huesos del quichara. Un trecho más allá, por donde unos pájaros grises pasaban graznando, tuvo que avanzar, peor que ciego, por la repentina cerrazón de los árboles de troncos enmohecidos que cortaban el paso.
Justo a la salida del sendero, forzado a ser noche vieja, y ensanchado por lo que fuera un afluente del Akawa, divisó el nuevo bahareque de la doña.
Había llegado tarde. El caserío estaba quieto. Se edificaban en él pequeños llantos, la infancia de una tristeza sobre el poblado ganado por la esperanza rota. Katawa se había ido. La realidad posible había muerto con ella. En la cuna, chiquito, sin nombre aun yacía el recién nacido.
Te será dado el cielo que construye el bienestar del tiempo de hoy y de mañana, dijo el cauchero a la vez que lo alzaba en sus brazos.

Este niño es como un arca. En él viven las voces de los mundos de hoy y de los que no han llegado todavía. Los colores que no mueren jamás cruzan por la mirada que abraza lo natural de estas tierras cuyo espíritu crece venciendo el cansancio, el miedo y la fatiga. Los sonidos todos, los que el hombre no escucha más y son irrepetibles. El retrato de la memoria de su viaje y de las calmas que vuelan la espesura. En él se renovará el trozo de agua limpia que esconde la puerta de todos los prodigios.
 
Te llamarás Hohuaté.
Y tuya será la vida.


Martha Jacqueline
Del libro de Visiones: Wenu Kushe

miércoles, 7 de junio de 2017

Tu vuelo...




Ya todo es después en los conjuros…
tu vuelo fue soborno dos veces en lo inefable.

Con el ayer en el portal de la memoria,
tanta marcha a favor de un sello en la vigilia…
donde creíste encontrar las posesiones,
algún paso invisible en el umbral,
un idioma de sombras atravesando el río de la muerte,
tu parte legendaria en lo que ha de venir.

Tal vez sea imposible llegar al otro lado
sin el oro del rastro que te dejaste aquí…
entre la ausencia del que parte
desde su nacimiento a lo logrado…
con sus antiguas lámparas que abren
hacia el altar de la indulgencia
entre los testimonios de la luz,
o con el soplo de algún astro
sobre el escribiente de los dioses
inmolado en nombre de algún sur
que trueca la lumbre del mañana
por un siglo a punto de nacer.

Tal vez te pruebes de nuevo los disfraces:
los verdes, las nostalgias, los por qué,
los sitios solitarios uno por cada año,
los límites, lo roto, lo divino…
y todo te transcurra sin saber.


Esteban D. Fernández
Del Poemario: "Recuérdame".

Suspiro...




Llueve.
Hay un suspiro prendido
en las gotas que caen.

Lo oigo estrellarse en un abajo
que lo salpica al viento.

Apenas soplo.
Renuente de ser agua.
Pero lo creo.

Habita en un retal de aire
que se dobla,
crecido de colmillos
para apresar la transparencia
con su cota de tiempo y de distancias.

Su gesta
descascara los ropajes,
y me lanza desnuda a la intemperie.

Lebrel embravecido
en esa jaula sin fronteras,
alfabeto del ansia.

Mi salida del mundo, a la muerte.


Martha Jacqueline
Del Poemario: "Topografías del silencio"

martes, 6 de junio de 2017

Vidalero...



cuando dios te queda lejos y el miedo montó un caballo más rápido que tus ojos,
no es de hombre gritarle al viento un odio largo…
lo voy mascando en silencio,
canto bajo pa’ sentirme y que nadie más lo sepa;
por otro lado, el camino me enseña que uno anda odiando su misma prole de infiernos,
y, de amigo canta bajito nomás, pa’ que yo lo sepa y nadie más pueda oírlo…

salta a veces a mis manos un grillo flacucho, de esos que ni pa’ lágrima canta,
y yo me quedo mirando la belleza de ese mundo que otros sospechan barato…
rápido no me he de ir, eso lo juro, mi niña,
si por más irme es que vengo de donde nada termina,
una cruz sobre la frente que se le llama memoria,
un poema en la garganta pa’ no resignar ternura
y una vidala viajera,
que no se va, que me salta a veces, flacucha, fea, en las manos…

y es por vos que se me arrima a domesticar el alma,
mintiéndome chiquitito que los huesos no son leña pa’ quemarse lentamente,
que el corazón no patea, que trae dulzura la caña tragada como agua buena…
la verdad no me molesta, pero me gusta pasarla por el vidrio de tus ojos
y ver qué secretos cuenta, qué airecito le da a un grillo, qué razones me entrevera…

si yendo por esas sendas donde el amor se perfuma
la carroña me rodea con ganas de machacarme los dedos pa’ hacerlos tumba,
pero allá lejos, mis miedos, a caballo lanzan gritos,
no de odio, no de miedo… de sencillitos nomás cantan vidala…

“pues pa’ besar es que guardo tus lágrimas en mi boca,
como un rosario de piedras y florcitas araucanas,
que algún duende vidalero le menudeó a la llovizna
y las floreció en tus párpados, mi niña”…

…así me ronda la copla que me dejó un grillo viejo,
y es por vos que se me arrima a mimosearme en los labios
que se hermosearon primero en tu sonrisa,
viajando largo…


Horacio De Stefano

La persistencia de la memoria…




 Nos dimos el adiós más largo de este mundo
al presentir la imposibilidad de morir sin ser extraños,
apostamos al cuatro del tarot contra todo pronóstico
-emperadores en busca de los raros vestigios de otras metrópolis-
con el ala del sueño sobre la torre Eiffel y el Moulin Rouge
y la maldita luna siempre derramándose de los relojes blandos
tan dueña de la sal, del reflujo, la savia…
y tan insuficiente para iluminar el tiempo que se va,
la fuerza de la sangre… la noche de los hombres.

Izamos las sonrisas más tristes de este mundo.

No somos los que éramos…
quedamos en medio de un antes y un después irrepetible.
Ya no habrá historias para desempolvar
a no ser las memorias de estas máscaras de golpe improvisadas
-mosaico de excusas esgrimidas que apunta a la tragedia-
hilván que escupe el tiempo… variante al sacrificio del dejar,
cortes de heridas que escriben las edades como un peso imposible
siempre que damos un adiós largo y esta sonrisa triste.


Martha Jacqueline
Del Poemario: “De Estirpes y Credos”.

Pintura: Relojes Blandos- Salvador Dalí.