jueves, 15 de marzo de 2012

El poema

Publicado por Octavio en 00:46:00 . sábado, abril 18

Tinta, sangre, lágrimas y semen,
se condensan y engendran
un nuevo ser desconocido;
un poema que emerge
sin saber muy bien porqué se engendra.
La pluma cruje y llora cuando roza
y vierte la semilla,
mancillando los poros impolutos,
cándidos, del nuevo pliego
que despierta, se estrena y se estremece.
Y va surgiendo ese incógnito ser
que hablando va consigo mismo.
Y no obedece, y grita, y chilla,
y se afirma hasta sentirse autónomo.
Se desliza y escapa de mi mano
sin decir lo que yo quiero que diga.

Me rindo y abandono la mano
dejándolo que fluya. Y, al final,
apenas si comprendo
sus razones de ser, de estar presente.

¿A qué viene su risa, cuando ríe?
¿A qué su llanto, cuando se torna triste?
Pero el poema es rebelde, se declara sincero
y dice lo que él quiere decirme.

Octavio Fernández Zotes.

Centauros en la noche

Publicado por Octavio en 03:24:00 . jueves, abril 9

Éramos como dos niños desvalidos
desorientando a las galaxias.
Ignorábamos, del limbo o de la luna,
el número exacto de habitantes.

Nos nacía la risa tan desnuda;
descubríamos la noche tan deprisa;
éramos tan niños que jugábamos
a verter las estrellas en un cubo
para luego repartirlas:

--Ésa es mía, tuya es ésa.

Eran las risas tan inmensas
como inmensas eran las estrellas.
La noche era como un jardín sin límites
donde vagábamos, libres de prejuicios.

Centauros desbocados cabalgando
--centauro uno del otro--
como serpientes enlazadas
que se buscan y se muerden.

Se terminó el juego y tú te fuiste.
Yo seguí buscando en las galaxias,
entre todas las estrellas, nuestra estrella.

Al fin, no fuiste
más que estrella fugaz de aquella noche
y dejaste el cielo oscuro con tu ausencia.

Pero entre todas las sombras de la noche
queda un aura con veneno de serpiente
y un resquemor dulce con sabor extraño
a boca, a labios, a besos inmaduros,
recién hechos.

Octavio Fernández Zotes.



Publicado por Octavio en 12:55:00 . miércoles, marzo 11

Porque me sigo sintiendo trigo en el verano,
lluvia en Abril o viento en Marzo,
y hay una música al fin del océano, sutil
brisa de mar, gaviota en lontananza;
me aferro a la tierra y me defiendo
de mí, del desencanto.

Me restan fuerzas aún para la risa
y su ingrata sincronía con el llanto;
porque a veces me asombra aún el milagro
de un sentimiento fugaz que me rebasa:
me dejo seducir, me abro al abrazo.

Dejo un lugar abierto al sobresalto
en la esperanza de una palabra nueva,
entera y verdadera que me diga
que, detrás del palimpsesto de la vida,
quedan rayos de sol sin trampantojos;
sigo y sigo buscando la palabra viva.

Me es imposible parar y pasar página.
Buscaré, cuando se esconda el sol y ya no alumbre,
una nueva luz que me descubra
el último y total significado
de la palabra lumbre, de la palabra casa.

Aunque pueda parecer que huyen
y se esconden
entre las cenizas y las sombras,
quiero hallar un único sentido
de la palabra casa, de la palabra lumbre.

Octavio Fernández Zotes.

Publicado por Octavio en 04:22:00 . lunes, febrero 23


Desentrañar, en el alfoz del tiempo,
el santo y seña que permita
respirar el viento fácilmente. Sin asfixia.


Tomar el fresco a la puerta de la calle
hablando lentamente con la gente
que pasa. Y recordar sin prisa
aquel invierno que pasó sin nieve.


Mirar serenamente a las estrellas,
alzarle las enaguas a la luna,
descorrer la cortina de los astros
para seguir el rastro
de una vía láctea discontinua.

Colgar la incertidumbre en una percha
(tomando las debidas precauciones).

Cerrar ventanas y entreabrir balcones;
dejar la puerta abierta
para que haya corriente suficiente
que nos oree el alma, y que discurra
por una suave lentitud interminable.

Luego, al final, dejar al alma que hable,
que se explaye sin límite, sin ligadura
alguna que la ate, y deambule
por todos los rincones del misterio;
del abismo a la cúspide,
hasta sentir el vértigo
de lo inefable.

…dejar que nos abrace y que nos bese el viento…
…dejar al alma que hable…
… y que le diga al tiempo…¡el tiempo!…
…esa vacuidad evanescente
que nos ata y nos aflige.

Buscarle rendijas al viento y a la noche
para abrir ventanas a la calle
y…dejar al alma que hable.


Octavio Fernández Zotes.

Esperanza III


Este instante podría ser perfecto.
Hoy el mundo está a mis pies.
¿Pero ella?
¿Qué preludio le recordará mi nombre?
¿En qué tiempo cerrará los ojos para no soñarme?
¿Qué cena le apaciguará los nervios del estómago?
¿Qué cena? ¿Qué cenará?
¿Cena? Allá donde la tierra ya no es fértil.

Habrá días en que se preguntará si tuvo hijos
y se sorprenderá cuando la respuesta sean flores
brotando de su vientre, ¡ella tan fértil!
¿Qué raíz le sustentará el miedo a perdernos?
¿Qué raíz? ¡Quiero cortarla!

¡Resiste Madre!

La aurora que una vez te mostraba mi rostro,
y el de mi hermano; ya viene, está cerca.

¡Resiste Madre!

Este instante podría ser perfecto,
pero mis lamentos deshacen todo indicio de alegría.
¿Acaso duerme mi madre? ¿Dónde duerme?
¿Duermes?
¿Y qué manos aliviarán el dolor de su espalda?
¡Su espalda de mármol! Yo sé que ella es fuerte.
Siempre espera mi voz, con las manos atadas,
en el mismo sentido de donde nace el sol.

¡Qué te ilumine Madre! ¡Y a mi hermano!
¡Qué la aurora ya llegue! ¡Qué te ilumine el sol!

Puede que yo vuelva, puede que tú vengas.
Puede que algún día vivamos un instante perfecto.

¡Resiste Madre!
¡Resiste hermano!
¡Resiste Yamilka!

© Yamilka Noa

Sobresalto


Publicado por Octavio en 05:05:00 . miércoles, febrero 11

Se oyó un suspiro en medio de la tarde
y todos volvieron la cabeza.
No era más que el aire
que movía las hojas de los árboles.
Después, pudo ser el silencio,
pero no: fue el ruido.

"Ruido, ruido, ruido,
¡demasiado ruido!
"Nel silenzio riposa la poesía"
dice Silvia Favaretto.

Está tan tensa el alma de los hombres
que el mínimo roce la estremece.

En esta tensa vigilia permanente
¡ruido y ruido!
un leve susurro es suficiente
para darle un susto al viento,
pasmarle y detenerle.

Hay que estar atento a los silencios.
Hay que intercalar silencio entre los ruidos,
porque sólo en el silencio puede oírse
el murmullo de la hierba cuando crece.


Octavio Fernández Zotes.

No, no es eso

Publicado por Octavio en 07:05:00 . miércoles, enero 28
Etiquetas: Poesía-España


No es un corazón grabado a punta de navaja
en la cándida superficie de corteza
de un álamo, sangrando en la ribera.
Un corazón a modo de diana,
esperando a que el dios melifluo y volandero,
pertrecho de carcaj, flechas y arco
dispare al azar una mañana
contra un ser indefenso.
No, no es eso,
no es fruto de dibujos ni diseños.
No es sólo un sexo
penetrando otro sexo
en un elemental instinto básico.
Gracias, Ovidio, no me sirvió de mucho
haber leído, antiguamente,
ni seguiré a pies juntillas tu Ars Amandi:
ese amor sensual, banal y diletante que retratas,
en el tono más irónico,
envuelto en los versos más bellos de la tierra.
No, no es eso lo que espero,
lo que, tal vez inútilmente,
seguiré esperando.
Es algo más cruel, más letal y más profundo.
No es una flecha al azar; es religar-se
a un mundo total en comunión perpetua.
Es un amor genérico y mayúsculo en que se funden,
en abrazo sangrante, el hombre con la vida,
el hombre con el hombre, el hombre con la tierra.
Es un amor global, sin subterfugios,
jugando a la entrega total…
al todo o nada; a vida o muerte.


Octavio Fernández Zotes.
 Bilbao. España.



Publicado por Octavio en 08:28:00 . martes, enero 20
“Yo pasaré y apenas habré sido,
-frágil destino de mi pobre arcilla-“.
Ángela Figuera.

Si luego viene un dios y me lo pide
le ofreceré la historia de mi vida,
porque si a él le sirve, estoy de acuerdo;
a mí no me sirve ya de nada.

Que busque, que rebusque; aquí le queda.
Que escoja lo que quiera, todo es aire;
sólo sueños...humo...paja,
y algún pequeño resto de quimera.

Llorar para llorar porque lloraba;
llorar a un porvenir porque llegaba;
llorar a la ilusión porque se iba;
llorar por aquel tiempo perdido,
aquel tiempo de rosas y de vino,
hueco de amor, de mí...de albas...

Las flores que corté se marchitaron
como un fugaz suspiro,
como una llamarada,
y apenas su perfume me mantiene
esta pequeña voz para cantarlas.

Autor: Octavio Fernández Zotes.


Publicado por Octavio en 09:45:00 . martes, diciembre 23


He plantado en el huerto un olivo
esperando que una tórtola nueva
refrene su vuelo, detenga su marcha
y construya en las ramas su nido.

He dejado un arriate de tierra sembrado de flores,
de unas flores nuevas, de nueva esperanza;
esperanza a que llegue el rocío y las llene
de nuevos colores, de colores vivos.

Que no sean las flores que adornan las tumbas;
que se extienda en el huerto reseco un aroma
que avive de nuevo el sentido.

Ahora mismo, en el justo momento
en que dobla el camino su ruta,
y un recodo me nubla la vista;
cuando suena tenaz la sirena
que anuncia que está cerca la hora en que parte
el último navío.

Te has sentado a mi lado en la hierba y, jugando,
han peinado tus dedos mis canas;
ha temblado tu aliento en mi oído.

Y he notado
que la única paz que me queda se encierra en el cuenco
breve de tu mano tibia.

He mirado al olivo y he visto
que la tórtola ha roto una rama y que vuela
orgullosa, sin plomo en las alas,
con la rama de olivo en su pico.

Octavio Fernández Zotes.