domingo, 13 de marzo de 2022

LA ABEJA Y SU PANAL

Una superficie plateada, móvil y llena de estrellas. Un vapor húmedo y caliente surgiendo de la frescura… un día de sol y un lago.
Un volumen rojo con centro excitado, pistilos erectos, sensuales, expectantes de polen… una flor. Un sonido cambiante, armónico y puro; un canto de vida, viril y delicado, intenso e ingenuo… un ruiseñor.
Un panal… oscuro y frío, matemático, ordenado.
La abeja X38 en su interior, lamiendo las celdas, cuidando de su limpieza, obsesiva, metódica en sus movimientos, determinada y estructurada… encarcelada.
Un sol, un lago, una flor y un ruiseñor… afuera. El orden, la rigidez, la estructura y el acuerdo… adentro.
Cierto día algo pasó en el panal, un pan de cera se desprendió de su amarre y al caer agrietó una de las paredes.
La abeja X38, angustiada y llena de pánico, corrió al lugar de la catástrofe. Estaba entrando luz por la grieta, un hilillo deslumbrante y cálido, y además aire fresco con vapor de montaña. La abeja X38 no lo podía soportar: —¡nada existe fuera del panal! —Esas eran las enseñanzas— ¡nadie es, fuera de la geometría y la estructura perfecta de las celdas! —Tal era la orden.
La X38 arregló la grieta, colocó la cera en el lugar que le correspondía y se fue a descansar.
No quería recordar… un hilillo de oro, cálido, y un olor de frescura de montaña… pero la visión volvía y volvía y un pensamiento muy débil y tímido empezó a ser escuchado:
«Hay cosas que no conoces, no todo es la estructura… existe algo afuera.»

El ÁGUILA REAL



Un hombre se encontró un huevo de águila. Se lo llevó y lo colocó en un nido de una gallina de corral. El aguilucho fue incubado y creció con la nidada de pollos.

Durante toda su vida, el águila hizo lo mismo que hacían los pollos… pensando que era un pollo. Escarbaba la tierra en busca de gusanos e insectos, picando y cacareando. Incluso sacudía las alas y volaba unos metros por el aire, al igual que los pollos. Después de todo, ¿no es así como vuelan los pollos?

Pasaron los años y el águila se hizo vieja. Un día divisó muy por encima de ella, en el límpido cielo, una magnífica ave que flotaba elegante y majestuosa por entre las corrientes de aire, moviendo apenas sus poderosas alas doradas.

La vieja águila miraba asombrada hacia arriba: “¿qué es eso?”, preguntó a una gallina que estaba junto a ella. “Es el águila, el rey de las aves”, respondió la gallina. “Pero no pienses en ello. Tú y yo somos diferentes a él”. De manera que el águila no volvió a pensar en ello.

Y murió creyendo que era una gallina de corral.

lunes, 7 de marzo de 2022

De la Habana a Coral Gables...


Ustedes dejaron mis ojos para ver...
y yo les dije adiós pensando que un día volverían
y ahora soy la otra realidad
el alarmismo del pasado
la aldaba para llamar a los recuerdos.

Ya no soy la de antes
aquí quedé representando un apellido
llevando flores a la tumba de nuestros muertos
ambicionando un descendiente
y gastando las suelas en las calles.

Aquellas… donde planeamos el futuro
sin el desgaste de los convencimientos
leyendo un Mischa o un Sputnik
y los azules de ultramar podían ser gencianas,
o nomeolvides o campánulas
y no exilios ni distancias.

Ustedes dejaron mis ojos para ver
y yo, un sucesor aferrado a su abolengo
bajo la misma luminaria envejecida
recostada al pretil del mismo credo
entre las viejas pautas decadentes
ya no soy la de antes.

viernes, 25 de febrero de 2022

Poema de Konstantín Símonov: Espérame (Жди меня)…




Espérame que volveré.
Sólo que la espera será dura.
Espera cuando te invada la pena, mientras ves la lluvia caer.
Espera cuando los vientos barran la nieve.
Espera en el calor sofocante,
cuando los demás hayan dejado de esperar, olvidando su ayer.
Espera incluso cuando no te lleguen cartas de lejos.
Espera incluso cuando los demás se hayan cansado de esperar.
Espera incluso cuando mi madre e hijo crean que ya no existo,
y cuando los amigos se sienten junto al fuego para brindar por mi memoria.
Espera.
No te apresures a brindar por mi memoria tú también.
Espera, porque volveré desafiando todas las muertes,
y deja que los que no esperan digan que tuve suerte.
Nunca entenderán que en medio de la muerte,
tú, con tu espera, me salvaste.
Sólo tú y yo sabemos cómo sobreviví.
Es porque esperaste, y los otros no.


martes, 22 de febrero de 2022

LAS ENSEÑANZAS DE DON JUAN

 

(UNA FORMA YAQUI DE CONOCIMIENTO)

 

Primera edición en inglés, 1968

Primera edición en español, 1974

Título original: The Teachings of Don Juan (A Yaqui Way of Knowledge)

1968 The Regents of the University of California, U.S.A.

D.R. 1974 Fondo de Cultura Popular 126. 302 pág.

Traducción de Juan Tovar.

 

Por Guillermo Marín


En este libro Carlos Castaneda hace un recuento de sus primeras experiencias con Don Juan y con las plantas de poder. El autor conoce a Don Juan a finales de 1960 e inicia su aprendizaje en junio de 1961, para concluirlo, en lo que podríamos llamar su primera etapa, en octubre de 1965. El libro se edita hasta 1968. En esos primeros cuatro años el autor confronta su "realidad" como hombre formado en la cultura occidental, antropólogo e investigador, con la de un viejo brujo yaqui el cual tiene fama de conocer el secreto de las plantas alucinógenas.

Durante este tiempo el autor es sometido a un proceso de "sensibilización" a través de la ingestión de plantas de poder y nos relata estos estados, que por demás resultan fascinantes, pero que tienen poco valor en términos de aportación de conocimiento. En su segunda obra Castaneda relata que le muestra orgulloso a Don Juan su primer libro, a lo que Don Juan no le da mayor importancia. Deducimos que Don Juan sabía que el verdadero conocimiento estaba depositado en el lado izquierdo de Castaneda y que éste sólo lo recordaría si llegaba a ser un guerrero impecable.      

viernes, 11 de febrero de 2022

MÁSCARAS




Nunca entendí el extraño rostro de su máscara, quizá… por un momento, tampoco él comprendiera la libertad negadora de la mía.
Pero unas luces nuevas bañaban el asfalto, apenas… lo suficiente, para contrarrestar las duras sombras entretejidas en aquella ínsula del mar Caribe.
Ambos estábamos sentados en tronos diferentes, gradas enfrentadas en aceras opuestas y distantes.
Allí, entre nosotros, un mar hecho delirio, curtido por una sangre bárbara… antaño, dos líneas diferentes, como dos ríos bravos que sellaran sus cauces en un solo destino.
De lejos… nos mirábamos. Si había una luna colgada allá en lo alto, no lo recuerdo. Esa noche los astros tuvieron otras formas, brillaban en la tierra forjándose la senda desde aquel sueño utópico que, al fin, era uno mismo. Entre el bullicio cruel de los que nunca hablaban otras voces surgieron… apenas, un eco momentáneo, pero igualmente firme.
Mientras tanto, él y yo, seguíamos mirándonos, descubriéndonos, recortando los tramos de su acera y la mía.