jueves, 17 de noviembre de 2022

La poesía de Esteban D. Fernández: "SOMBRA".


Amor…
cada noche en tus sueños
presientes mi llegada…
fantasma hecho de luz,
de amor,
de sombra transparente.
Ante tus ojos mi desnudez
adquiere el brillo de un milagro...
tu deseo puede verme.

Donde se cumple Dios
está la belleza que te hace.
Eres el ángel prendido
a la memoria de mi boca,
la poesía que me aguarda
en todo cuanto toco.
Eres el tiempo del recuento
al final de mi destino,
la frase donde se precipita
la más cruel lejanía…
lo que quise y al fin fue,
el triunfo imaginado
que me hinca de rodillas.

Eres la espera hecha palabras,
la dicha entre mis manos
que se desvanece con la aurora.
Mujer… existes…
y eres volátil como el humo,
promesa de una llama.

Eres mi casa,
mi carne…
mi sombra protectora.

lunes, 14 de noviembre de 2022

El sitio del corazón nos pertenece…



Habremos perdido hasta la memoria de nuestro encuentro…
y, sin embargo,
nos reuniremos para separarnos y reunirnos de nuevo,
allí, donde se reúnen los hombres muertos:
en los labios de los vivos.


Samuel Butler.

viernes, 11 de noviembre de 2022

Donatella Marraoni: "Nunca mirar hacia abajo".



"Nunca mirar hacia abajo": una oración que da valor, infunde energía y el deseo de cambiar el mundo que nos rodea. 


Donatella Marraoni comenzó su magnífico viaje en el mundo del arte en el '95, cuando asistió a la Academia de Bellas Artes de Perugia, Italia, donde se graduó en 1998 con honores de primera clase. En este mismo año se trasladó a Inglaterra, donde vivió durante 5 años.

Pensamiento de José Martí...


En silencio ha tenido que ser y como indirectamente, porque hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas, y de proclamarse en lo que son levantarían dificultades demasiado recias para alcanzar sobre ellas el fin.

José Martí.

miércoles, 9 de noviembre de 2022

Cuando ese corazón se apague no habrá razón para seguir existiendo...

Por Víctor Morata Cortado


Todo empezó con un gran terremoto que estremeció cada partícula de la superficie terrestre y las personas se asustaron y suplicaron al cielo, cada uno a su dios, clemencia y salvación. De los que no perecieron bajo los escollos de la civilización urdida con hormigón, acero y cristal, muchos salieron a las calles, la mayoría levantadas en sus cimientos y desquebrajadas, como invitando a bajar a los infiernos, anunciando el Apocalipsis sin remisión y dando posibilidades de renunciar al pecado y redimirse. Los falsos predicadores llenaron los rincones más inhóspitos del planeta. Los débiles de corazón se unieron a ellos con la esperanza de ver eludidas sus responsabilidades y obligaciones, de sentirse protegidos ante un ente líder que rigiera la comunidad creada. Los fuertes trataron de hacerse con el poder por este u otros medios más hostiles, utilizando armamento de alto calibre. En cualquier caso, tras aquel temblor, el mundo no fue igual y, durante el poco tiempo que duró la rebelión de las masas, surgió de las entrañas de los hombres un afán por la supremacía que debilitó las relaciones humanas en demasía.
No pasaron más de tres semanas hasta que otro gran seísmo pareció invadir la superficie y a sus más de seis mil millones de seres humanos. Sus vidas se vieron más en peligro aún que en el primer aviso, pero no recapacitaron acerca de los actos cometidos entre ambos cataclismos. No fueron más que el inicio. En este segundo movimiento de las capas tectónicas, la Tierra produjo un crujido intenso desde el corazón mismo y pareció que el mundo se desquebrajaba por todos lados. El que había obrado mal temía por su más allá y el que no, temía por su vida y la injusticia de verse morir habiendo sido un buen siervo del bien. No había distinción entre la generosidad y la avaricia, entre el odio y el amor. Todos fueron recluidos en un mismo saco, como fichas revueltas en una rifa o un bingo. Ahora faltaba la mano inocente que las fuera sacando una a una para determinar sus destinos.

Sueño crucifixión



 
Antes de nosotros, otros fueron. Crecimos el abrazo hacia dentro, hasta contener el asombro de mirarnos. Una línea imaginaria, quizá, un horizonte, blandía sobre nuestras cabezas la danza de otras formas. Solo el misterio del reflejo conectaba el más allá con nuestra sombra terrenal. Luego la nada. Gasté las vías de aquel lejano sueño, soñándolo.

Martha Jacqueline Iglesias Herrera