Mostrando entradas con la etiqueta Meriba. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Meriba. Mostrar todas las entradas

viernes, 10 de septiembre de 2021

Meriba




        Dicen que llegó con el circo, entre el fandango de trapecistas, malabaristas, animales amaestrados, funambulistas y payasos; pero yo sé que es mentira. Él nunca pudo ser parte de ese recinto desmontable que huele a riesgo, a frenética ingratitud y gesto elaborado. No, yo sé que el vino con la lluvia, entre el paso apurado del reflejo y la opacidad gris de la mañana. Ciertamente, visto desde afuera, enfundado en sus ropas de hombre, cualquiera podría confundirlo con un simple mortal que calza zapatos salpicados de barro. Pero él era un golpazo al deslustro de los días, una dentellada al germen solitario y hostil de la insatisfacción, una bocanada radiante con que absorber el mundo. Un receptor mediocre, quizá, al verlo templar las cuerdas de la risa, del equilibrio, la magia, podría alimentar su fantasía de ilegítima satisfacción y odioso entusiasmo; porque no le sería dado a entender que él era la risa, el equilibrio, la magia… una taracea de misterios que hacía arder el misterio, una suma de silencios que endemoniaba el silencio aflorando lo mediocre y común de su mutismo. Él era la contradicción a lo doméstico, a la férrea disciplina, a lo natural. No creía en la testarudez de la palabra, la husmeaba y olfateaba con recelo: “esa cáscara trivial que oculta el justo sentido de las cosas”. Por eso nunca tuvo nombre, al menos, ninguno que supiera mi boca. Ni falta que le hacía. Bastaba con nombrarlo: mío.