Empujado por los designios de la
tierra como una ola en el mar hacia ti va mi cuerpo. Y tú, en tu carne,
encierras las pupilas sedientas con que miraré cuando estos ojos que tengo se
me llenen de tierra.
LA BANDERA
Levántate
conmigo.
Nadie
quisiera
como
yo quedarse
sobre
la almohada en que tus párpados
quieren
cerrar el mundo para mí.
Allí
también quisiera
dejar
dormir mi sangre
rodeando
tu dulzura.
Pero
levántate,
tú,
levántate,
pero
conmigo levántate
y
salgamos reunidos
a
luchar cuerpo a cuerpo
contra
las telarañas del malvado,
contra
el sistema que reparte el hambre,
contra
la organización de la miseria.
Vamos,
y
tú, mi estrella, junto a mí,
recién
nacida de mi propia arcilla,
ya
habrás hallado el manantial que ocultas
y
en medio del fuego estarás
junto
a mí,
con
tus ojos bravíos,
alzando
mi bandera.
XXVII
Desnuda
eres tan simple como una de tus manos,
lisa,
terrestre, mínima, redonda, transparente,
tienes
líneas de luna, caminos de manzana,
desnuda
eres delgada como el trigo desnudo.
Desnuda
eres azul como la noche en Cuba,
tienes
enredaderas y estrellas en el pelo,
desnuda
eres enorme y amarilla
como
el verano en una Iglesia de oro.
Desnuda
eres pequeña como una de tus uñas,
curva,
sutil, rosada hasta que nace el día
y
te metes en el subterráneo del mundo
como
en un largo túnel de trajes y trabajos:
tu
claridad se apaga, se viste, se deshoja
y
otra vez vuelve a ser una mano desnuda.