jueves, 25 de agosto de 2016

Garras de sumisa...




Implacable te miro. Festiva.
Ardorosa desde lo imposible.
Con garras de sumisa.
Con sed de hoguera.
Sé buen anfitrión.
Sé libre.
Sé Mío.
Sé Fiero.


Dessiré
Del Poemario: Garras de sumisa

miércoles, 24 de agosto de 2016

Zarpemos...



 Impulsemos las velas mientras tenemos luz.

Ahora… que contamos con el favor de este viento azaroso y con la bendición de señales divinas. No hace falta ajustar el axiómetro de nuestro camino si el paso está marcado por las gracias y albricias.
Mi intuición reposa al margen de un Itabo donde nuestros cuerpos se buscan y se encuentran... amándose sobre el verde de una hierba... iluminada por el brillo mercurial de las estrellas.
Zarpemos pues, con el tiempo que nos está permitido vivir, porque mañana tal vez la brisa inánime nos deje sin aliento… y al abrir la puerta nos sorprenda la llegada de un ocaso en el justo momento que ansiáramos partir.


Martha Jacqueline
Del Poemario: Estirpes y credos

martes, 23 de agosto de 2016

Mujer-pájaro...




Flautista de Hamelin. Vete.
Nadie marca mi melodía.
Ni mis pasos. Ni mi sombra.
Me proyecto bajo mi vientre:
Tibia. Húmeda. Febril.
Transgredo ante tus ojos.
Impermisible. Aquiescente.
¿Ves? ¿El reflejo de mis alas?
¿Ves? ¿La orgía de mi carne?
Soy mujer-pájaro. Vuelo.


Dessiré
Del Poemario: Garras de sumisa.

viernes, 19 de agosto de 2016

Vitalidades carentes de provecho - Poema - Edel Morales



Para qué te sostiene.
Para qué se desgasta inútilmente
mi psiquis
—que alguien menos triste llamaría sin eufemismos
mi alma—
en vitalidades carentes de provecho.
Para qué me infarto.
Para qué retorno en paz a ese futuro
anulado antes de ser
los libros, los nietos, los caminos
con giros y palabras
que igual pronunciaría en el más árido desierto.

Por más estoicas que sean sus previsiones
nada significan en tu argot
los amables gestos —incomprendidos siempre—
que mi ánimo intenta proponer.
Carente de emoción está tu vida, seca.
Desolada y fría está tu especie, recelosa del bien.
Como el arroz marchito antes del sol de su cosecha.
Como los capiteles muertos tras el paso de los siglos.
Así es mi miedo a perder por inacción
—o por ausencia elemental de forma y de sentido—
lo que siempre supe definir: lo más amado.
Así es el nervio de mi entrega.

Pero pasan los días y las noches
y otra vez los días marcados de la fiesta
sin que mi voz te encuentre preparada.

Para qué te sostiene, me pregunto, para qué.
Si la ciudad se expande y canta y me seduce.
Para qué se desgasta inútilmente

mi alma lamentable.


Alberto EDEL MORALES Fuentes