Hagamos una locura,
un disparate.
Hazme frágil,
poetisa,
tuya,
y bebamos el amor a cucharadas.
Hagamos un dobladillo a la
dulzura,
cosamos el tiempo en la mirada,
estrujemos mi nombre con tu
nombre
y matemos a un ángel:
por amarnos,
por no amarnos,
por habernos amado hasta la
muerte,
por violentos,
por la errática luz de la mirada
por los “siempre”
por los “nunca”.
Hagamos una locura,
un disparate.
Como casi…
como nada…
como miedo de niños bajo el agua
que salvan a su sueño del
naufragio,
como ropas de algas que nos
cubren
como ganas a punto de ser ganas.