miércoles, 24 de agosto de 2016

Proyecto Janus...



  Blenchi-Motel Katav

El pequeño caduceo de oro resplandecía por la luz del sol que entraba por la ventana abierta de par en par. Exhausto por los acontecimientos de los últimos días, Víctor Scheffer, con muchas preguntas aún sin contestar, se tendió sobre el revoltijo de sábanas sucias que la empleada del motel aún no había tenido tiempo de cambiar. Con los ojos rojos por el efecto del alcohol, echó una mirada, a duras penas, en derredor. Sobre la mesa de cristal ahumado yacía todavía el dedo humano que le había servido para burlar la contraseña de la laptop. La huella digital había quedado impresa también junto a la cruz que servía de perno de sujeción al portafolios con medio millón de dólares americanos. Por un momento se quedó mirando a la pared. El cuadro, colgado frente a él, que representaba el corazón del estado de Rajasthan, entre las llanuras de Pundjab y Cachemira, estaba confeccionado con la misma tierra que el pueblo de Rom hacia el año 900 a.c, había pisado en su diáspora. De autor anónimo y bajo el título de: “Retablo de las máscaras Gitanescas”, ostentaba el exterminio sufrido por las prácticas etnocidas en un camino de más de mil años.
Ese cuadro era un puente entre el pasado y el futuro, pensó Víctor mientras recordaba su paso por el Sena, por el Pont Neuf, el puente más antiguo de París. Desde ahí había divisado el enorme edificio de la Conciergerie, donde tendría lugar el intercambio planificado desde el mes de septiembre. Su antiguo contacto le había pedido que verificara la veracidad de la información. Los rumores de que von Berg se encontraba en Eslovaquia parecían del todo fidedignos. De ser así su marcha a Bratislava sería inminente con el fin de dilucidar las cuestiones referentes a la explotación de los grandes yacimientos de carbón. Pero nada había sucedido según lo acordado. Los secuaces de von Berg habían atentado contra la central eléctrica antes de lo previsto, y ahora se dudaba del material importado por no responder a las condiciones técnicas exigidas.
Víctor lanzó un suspiro hondo y alargó la mano hasta la mesa. Consiguió alcanzar el dedo y jugueteó con él por unos instantes. Se quedó mirando el cambio de color de la piel en el lugar donde debió ir el anillo con forma de caduceo. Pensó en lo breve de la vida y en cómo sería su final algún día. Luego lo envolvió cuidadosamente en una servilleta y lo tiró por el caño de servicio. Revisó el portafolio con el dinero pero pasó por alto la barra parpadeante colocada en uno de los fajos de billetes.
De haberse percatado a tiempo de este hecho, no se hubiera colocado en una penosa y difícil situación.


Martha Jacqueline
Fragmento de la novela en construcción: "Proyecto Janus"

Zarpemos...



 Impulsemos las velas mientras tenemos luz.

Ahora… que contamos con el favor de este viento azaroso y con la bendición de señales divinas. No hace falta ajustar el axiómetro de nuestro camino si el paso está marcado por las gracias y albricias.
Mi intuición reposa al margen de un Itabo donde nuestros cuerpos se buscan y se encuentran... amándose sobre el verde de una hierba... iluminada por el brillo mercurial de las estrellas.
Zarpemos pues, con el tiempo que nos está permitido vivir, porque mañana tal vez la brisa inánime nos deje sin aliento… y al abrir la puerta nos sorprenda la llegada de un ocaso en el justo momento que ansiáramos partir.


Martha Jacqueline
Del Poemario: Estirpes y credos

martes, 23 de agosto de 2016

Mujer-pájaro...




Flautista de Hamelin. Vete.
Nadie marca mi melodía.
Ni mis pasos. Ni mi sombra.
Me proyecto bajo mi vientre:
Tibia. Húmeda. Febril.
Transgredo ante tus ojos.
Impermisible. Aquiescente.
¿Ves? ¿El reflejo de mis alas?
¿Ves? ¿La orgía de mi carne?
Soy mujer-pájaro. Vuelo.


Dessiré
Del Poemario: Garras de sumisa.

viernes, 19 de agosto de 2016

Vitalidades carentes de provecho - Poema - Edel Morales



Para qué te sostiene.
Para qué se desgasta inútilmente
mi psiquis
—que alguien menos triste llamaría sin eufemismos
mi alma—
en vitalidades carentes de provecho.
Para qué me infarto.
Para qué retorno en paz a ese futuro
anulado antes de ser
los libros, los nietos, los caminos
con giros y palabras
que igual pronunciaría en el más árido desierto.

Por más estoicas que sean sus previsiones
nada significan en tu argot
los amables gestos —incomprendidos siempre—
que mi ánimo intenta proponer.
Carente de emoción está tu vida, seca.
Desolada y fría está tu especie, recelosa del bien.
Como el arroz marchito antes del sol de su cosecha.
Como los capiteles muertos tras el paso de los siglos.
Así es mi miedo a perder por inacción
—o por ausencia elemental de forma y de sentido—
lo que siempre supe definir: lo más amado.
Así es el nervio de mi entrega.

Pero pasan los días y las noches
y otra vez los días marcados de la fiesta
sin que mi voz te encuentre preparada.

Para qué te sostiene, me pregunto, para qué.
Si la ciudad se expande y canta y me seduce.
Para qué se desgasta inútilmente

mi alma lamentable.


Alberto EDEL MORALES Fuentes





Una mano en el traspié - Poema - Edel Morales


He pensado en la muerte;
de un modo más preciso, en
morir —un verbo minucioso,
apegado siempre
a lo real de la experiencia.

Cuando regresaba tarde a casa,
por las calles vacías,
he pensado mi muerte.
Fue ayer, digamos
ya casi un hoy sin sombras;
pero aún ahora
estrujo contra el rostro una mano crispada.

De nada valen los actos
durante tanto tiempo dedicados a servir.
De nada valió amar con toda el alma.

Sin una mano en el traspié, sin una mirada
o una sencilla palabra de ánimo:
destruido estoy y solo,
con mi verdad a cuestas.
Y nada pueden hacer las multitudes
a las que tantas veces puse en marcha.
Y nada puede la mujer que quise entera.

Vacía está la vida en la pobre ciudad vacía.

Con la mano crispada en el rostro he pensado en morir,
apenas ayer, hace un rato simplemente, digamos

ahora.


Alberto EDEL MORALES Fuentes


Mujer gozando su desnudez - Poema - Edel Morales


Ha dejado su temor junto al último café,
ahora goza mi presencia:
las piernas recogidas, el pelo cansado, distinta.
Los discos moviéndose en la madrugada
y la penumbra de estas costas vacías,
permiten un espacio para el deslumbramiento.
Está sentada sobre el piso y mira sin palabras
la esperma que deja en los mosaicos la vela de la fortuna.
Escucha una canción de ángeles,
goza en su cuerpo mi presencia.
La limpieza de su cutis y la lentitud del mar
me ofrecen en el espejo manchado

la otra cara de la luna.



Edel Morales
Leer alarga la vida, además de mejorarla.
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