Blenchi-Motel Katav
El pequeño caduceo de oro resplandecía
por la luz del sol que entraba por la ventana abierta de par en par. Exhausto
por los acontecimientos de los últimos días, Víctor Scheffer, con muchas
preguntas aún sin contestar, se tendió sobre el revoltijo de sábanas sucias que
la empleada del motel aún no había tenido tiempo de cambiar. Con los ojos rojos
por el efecto del alcohol, echó una mirada, a duras penas, en derredor. Sobre
la mesa de cristal ahumado yacía todavía el dedo humano que le había servido
para burlar la contraseña de la laptop. La huella digital había quedado impresa
también junto a la cruz que servía de perno de sujeción al portafolios con
medio millón de dólares americanos. Por un momento se quedó mirando a la pared.
El cuadro, colgado frente a él, que representaba el corazón del estado de
Rajasthan, entre las llanuras de Pundjab y Cachemira, estaba confeccionado con
la misma tierra que el pueblo de Rom hacia el año 900 a.c, había pisado en su
diáspora. De autor anónimo y bajo el título de: “Retablo de las máscaras
Gitanescas”, ostentaba el exterminio sufrido por las prácticas etnocidas en un
camino de más de mil años.
Ese cuadro era un puente entre el pasado
y el futuro, pensó Víctor mientras recordaba su paso por el Sena, por el Pont
Neuf, el puente más antiguo de París. Desde ahí había divisado el enorme
edificio de la Conciergerie, donde tendría lugar el intercambio planificado
desde el mes de septiembre. Su antiguo contacto le había pedido que verificara
la veracidad de la información. Los rumores de que von Berg se encontraba en Eslovaquia
parecían del todo fidedignos. De ser así su marcha a Bratislava sería inminente
con el fin de dilucidar las cuestiones referentes a la explotación de los
grandes yacimientos de carbón. Pero nada había sucedido según lo acordado. Los
secuaces de von Berg habían atentado contra la central eléctrica antes de lo
previsto, y ahora se dudaba del material importado por no responder a las
condiciones técnicas exigidas.
Víctor lanzó un suspiro hondo y alargó
la mano hasta la mesa. Consiguió alcanzar el dedo y jugueteó con él por unos
instantes. Se quedó mirando el cambio de color de la piel en el lugar donde
debió ir el anillo con forma de caduceo. Pensó en lo breve de la vida y en cómo
sería su final algún día. Luego lo envolvió cuidadosamente en una servilleta y
lo tiró por el caño de servicio. Revisó el portafolio con el dinero pero pasó
por alto la barra parpadeante colocada en uno de los fajos de billetes.
De haberse percatado a tiempo de este
hecho, no se hubiera colocado en una penosa y difícil situación.
Martha Jacqueline
Fragmento de la novela en construcción: "Proyecto Janus"