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martes, 17 de enero de 2023

Un acercamiento a la vida de Hölderlin, Kleist y Nietzsche…



Por Stefan Zweig.

Yo amo a aquellos que no saben vivir más que para desaparecer, porque ésos son los que pasan al otro lado.

                    NIETZSCHE


Las tres épicas figuras de Hölderlin, Kleist y Nietzsche tienen extrañas afinidades en los destinos de su existen­cia. Los tres, arrancados de su propio ser por una fuerza poderosísima y en cierto modo ultramundana, son arro­jados a un calamitoso torbellino de pasión. Los tres ter­minan prematuramente su vida, con el espíritu destroza­do y un mortal envenenamiento en los sentidos. Los tres terminan en la locura o en el suicidio. Los tres parece que viven bajo el mismo signo del Horóscopo. Los tres pasan por el mundo cual rápido y luminoso meteoro, ajenos a su época, incomprendidos por su generación, para sumergirse después en la misteriosa noche de su misión. Ignoran adónde van; salen del Infinito para hundirse de nuevo en el Infinito y, al pasar, rozan apenas el mundo material. Domina en ellos un poder superior a su propia voluntad, un poder no humano en el que se sienten apri­sionados. Su voluntad no rige (llenos de angustia, lo re­conocen ellos mismos en momentos de clarividencia). Son esclavos. Son posesos (en todo el sentido de la pala­bra) del poder del demonio.

viernes, 25 de diciembre de 2020

La lucha contra el demonio

 

Todo espíritu creador cae infaliblemente en lucha con su demonio, y esa lucha es siempre épica, ardorosa y magnífica. Muchos son los que sucumben a esos abrazos ardientes ‑como la mujer al hombre‑; se entregan a esa fuerza poderosa, se sienten penetrar, llenos de felicidad, para ser inundados del licor fecundante. Otros lo domi­nan con su voluntad de hombre, y a veces ese abrazo de amorosa lucha se prolonga durante toda la vida.

Ahora bien, en el artista, esa lucha heroica y grandiosa se hace visible, por decirlo así, en él y en su obra; y, en lo que crea, está viva y palpitante, llena de cálido aliento, la sen­sual vibración de esa noche de bodas de su alma con el eterno seductor. Sólo al que crea algo le es dado trasla­dar esa lucha demoníaca desde los oscuros repliegues de su sentimiento a la luz del día, al idioma.

Cuando el demonio reina como amo y señor en el alma de un poeta, surge, cual una lla­marada, un arte característico: arte de embriaguez, de exaltación, de creación febril, un arte espasmódico que arrolla al espíritu, un arte explosivo, convulso, de orgía y de borrachera, el frenesí sagrado que los griegos llama­ron pavta y que se da sólo en lo profético o en lo pítico.