(Fragmento)
Unos
seguían esperando un final favorable y temían echarlo a perder con un grito
(téngase en cuenta que no nos llegaban noticias del mundo exterior, no sabíamos
que desde el instante mismo de la detención nuestro destino ya nos deparaba lo
peor, o casi lo peor, y que era imposible empeorarlo). Otros aún no habían
madurado y no sabían cómo exponerlo todo en un grito dirigido a la multitud. Ya
se sabe, sólo los revolucionarios tienen siempre a punto consignas que lanzar a
la multitud. ¿De dónde habría de sacarlas el hombre pacífico, el hombre común
que nunca se ha metido en nada? Sencillamente, no sabe qué podría gritar. Y al
final, había aquellas personas que tenían el alma demasiado llena, cuyos ojos
habían visto demasiado para poder verter todo este torrente en unos pocos
gritos incoherentes.
Alexandr Solzhenitsyn
Archipiélago Gulag
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