viernes, 16 de septiembre de 2016

Hembra brava



No siendo estoy contigo desde siempre,
desde el cercano instante de tu luz.

Nunca te puedo decir adiós
volviste mía,
pero solo como una estrofa de agua
que se pierde entre mis manos
y se escurre.
Qué raro todo.
Qué absurdo morir en ti hembra brava.
Me anclas a esta tierra,
la distancia es lo que no te puedo dar
aunque solo tenga tus instantes
y tu presencia esquiva.
Me llevas loco,
quién lo diría... a mis cuarenta y dos,
caminando hacia atrás como un sonámbulo.
Y tu bendito cuerpo,
es un dolor dormido aquí en mi cama,
cuando lo busco y ya no está
vuelves a dejar en sombras esta casa.


Esteban Fernández
Del Poemario: "Recuérdame"

viernes, 9 de septiembre de 2016

Poema...



A veces me ocurre y, de repente,
cuando decae la tarde y las ausencias
regresan a mi estancia con más furia,
te agarro de la mano y te conduzco,
en oníricos periplos, por caminos agrestes.
Y nos trazamos metas
de las que aún el final no se halle escrito.
Siempre nos quedarán pequeñas cimas
(íntimos lugares acotados)
que pueden servirnos de refugio.
Sobre la mesa están la sal y el pan: te los ofrezco
tan sólo porque ya por siempre sepas
que te guardo un cálido rincón junto a la lumbre.
A cambio, sólo pido que me oigas,
que escuches el sonar de mi aliento cada noche,
que me digas esas cosas pequeñas:
las dudas que a ambos nos afligen;
las grietas con que el tenaz silencio
nos hiere y nos aleja;
los miedos, que son muros invisibles
que a veces nos separan;
los lazos que sujetan pero que no nos atan.
Porque no quiero llorar cuando sea tarde
y nos hielen las venas los fríos del invierno.
Calendarios y termómetros anuncian
que ya está haciendo demasiado frío
en el refugio incógnito en que se
aloja el alma.


Octavio Fernández Zotes

miércoles, 7 de septiembre de 2016

El silencio de la espera...



Podrás hacer de la espera apenas eso…
mientras vuelvo desde siempre hacia tu vida:
unas hojitas de té, la flor de un croto,
un libro que espera ser abierto,
la mirada en la pared recontando cicatrices,
la impaciencia de los perros que delatan los aullidos
bajo la luna que crece allá lejos, según se invente o se mire.

Podrás sentirme en tus manos sin tenerme
y ver mis huellas en perfume, un latido…
el mismo que un día tuve cuando tus ojos dormían
las mismas calles de siempre… las mismas vías.

Y llega el trueno que hunde la hora cero del silencio,
los fantasmas van hablándome de las ropas que se quedan
como empapadas de humo por el barrio,
y el filo de una sonrisa nacida desde tu alma corta el aire,
raja un mito… que vuelve a armarse en el brillo
del roce de tu delirio.

Unas copitas de más y una moneda va al aire…
a cara o cruz me juego de simple al viento una carta
(todavía quedan cartas por jugarse o por jugarnos).
Y tú sabrás responder por qué se vive o se mata
la misma suerte de uno,
si el precio de los destierros le pone puente a los ojos
relojeando las distancias y el tiempo es vida.

Atrás la sombra de un árbol se me hace como un charco del desvelo,
donde se funde el intento de las miradas perdidas,
y el mundo hecho casa allá en tus ojos te busca,
desde ese siempre que es nunca…
porque estuviste cuando te tuvo la ausencia,
cuando te fuiste hasta ese día que vuelves
dando sentido a los pasos que sin ti solo matan las distancias
que no mueren sino en la razón de ser, medianías.


Esteban Fernández
Del Poemario: “Recuérdame”