Esta calle era tierra.
Alguna vez fue grito custodiado por árboles,
como animal de tiro le han bajado la frente
con garrote de asfalto.
Transcurre bajo mis suelas como si no existiera,
tan vacía de todo y tan llena de nada.
Va vestida de luto, desnuda de propósitos,
de toda tentativa calma.
Por ella voy, pensándote.
Dónde andarás ahora… me pregunto,
caído en qué tristeza,
sin qué rumbo tu paso,
a qué aire rompiéndote
en esta isla que te ahoga, por extraña.
Hubiera querido dejarte allí toda mi fe,
limpiar tu sangre con mi sangre,
saberte a salvo
a siempre
a nunca
de ti mismo.
Dónde andarás haciendo nieve de la espuma
blandiendo absurdo la rebeldía de tu causa
a cara y puño contra el viento, amigo,
a pecho y lanza,
dónde andarás perdiendo gota a gota
tu sonrisa.
Si yo pudiera con aquel rezo por adiós
paliar lo roto, tu voz dispersa en maldiciones,
y verte al fin volar allá
donde lo níveo de la piel no sea blanco
para el dardo, y amanezcas.
Tus ojos tristes, compañero, tus ojos claros.
Hubiera querido regresarme, nunca.
Martha Jacqueline Iglesias Herrera
Del Poemario: “La piedra del designio”.
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