En una cama en penumbras, hay dos cuerpos tendidos. Respiran y libremente fluyen como el agua muy pura. Uno al otro se vuelven, y vagan remotos por sus propias llanuras. Sin relojes ni prisas, habitantes de sueños que no logran compartir, y ambos sienten su lejanía, y al sentirla se palpan con la mirada. Luego acuden las manos buscadoras, dos manos que en la cama forman algo distinto, algo que no les pertenece, y abre un espacio sin dueño, vivo organismo latiendo desprendido en un enlace efímero. Diez dedos como diez ojos quieren trazar un puente, por el que nadie pasa ni pasar puede. La luz del mundo duda todavía en comenzar, y sólo es cierto, y quizá real, el calor inseguro de sus cuerpos tendidos. Antón Arrufat (CUBA-1935). |
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