Libertad
A tiros
nos dijeron: cruz y raya.
En cruz
estamos. Raya. Tachadura.
Borrón y
cárcel nueva. Punto en boca.
Si
observas la conducta conveniente,
podrás
decir palabras permitidas:
invierno,
luz, hispanidad, sombrero.
(Si se te
cae la lengua de vergüenza,
te cuelgas
un cartel que diga "mudo",
tiendes la
mano y juntas calderilla.)
Si calzas
los zapatos según norma,
también
podrás cruzar a la otra acera
buscando
el sol o un techo que te abrigue.
Pagando
tus impuestos puntualmente,
podrás ir
al taller o a la oficina,
quemarte
las pestañas y las uñas,
partirte
el pecho y alcanzar la gloria.
También
tendrás honestas diversiones.
El paso de
un entierro, una película
de las
debidamente autorizadas,
fútbol del
bueno, un vaso de cerveza,
bonitas
emisiones en la radio
y misa por
la tarde los domingos.
Pero no
pienses "libertad", no digas,
no
escribas "libertad", nunca consientas
que se te
asome al blanco de los ojos,
ni exhale su olorcillo por tus
ropas,
ni
se te prenda a un rizo del cabello.
Y,
sobre todo, amigo, al acostarte,
no
escondas "libertad" bajo tu almohada
por
ver si sueñas con mejores días.
No
sea que una noche te incorpores
sonambulando
"libertad", y olvides,
y
salgas a gritarla por las calles,
descerrajando
puertas y ventanas,
matando
los serenos y los gatos,
rompiendo
los faroles y las fuentes,
y
el sueño de los justos, porque entonces,
punto final, hermano, y Dios te ayude.
Donde
veas
Donde veas
que un
muro de trabajo se levanta
para
quitar al hombre frío y miedo,
acércate y
coloca unos ladrillos
calientes
con el roce de tus manos.
Donde veas
que un
labrador prepara el pan y el vino,
acércate y
añade tu simiente
y vuelca
en un lagar sangre y sonrisa.
Donde veas
que un
hombre marcha sólo, acaso ciego,
acaso
extraviado y sin cayada,
acércate y
camina a su costado,
dale tu
luz y canta por su boca.
Donde veas
que un
niño ríe y besa a una muchacha
bajo la
luna, el sol o el aguacero,
acércate
en silencio y deja un trozo
del propio
corazón junto a sus labios.
Donde veas
que un
niño llora a solas o una madre
vacila
bajo el peso de los hijos,
acude con
la fuerza de tus brazos,
parte su
pan y cuida de la lumbre.
Donde veas
que el
látigo o la espada se levantan,
que la
prisión redobla sus cerrojos,
que los fusiles amenazan muerte,
acércate
y, a pecho descubierto,
lanza un tremendo NO que salve al mundo.
Sobre la autora: Nació en Bilbao. Estudió
Filosofía y Letras en la Universidad de Madrid. Fue catedrática de Lengua y
Literatura en los Institutos de Huelva, Alcoy y Murcia durante algunos años;
después de la Guerra Civil trabajó en la Biblioteca Nacional de Madrid.
Su primer libro de
poesía, Mujer de Barro (1948), une a la belleza formal del verso una
honda ternura maternal. Soria Pura (1949), es un homenaje a Antonio
Machado. En sus obras posteriores –Vencida por el ángel (1950), Víspera
de la Vida (1951), El grito inútil (1952), Los días duros (1953)-,
se produce una ascendente presencia de la vida cotidiana, de la rutinaria
injusticia a la que la poetisa opone su grito rebelde. Tal vez su libro más
logrado sea Belleza cruel (1958) prologado por León Felipe.
Murió
en Madrid en 1984 y dos años después, en 1986, se publicaron sus Obras
Completas. Entre ellas se encuentran los siguientes libros de poemas:
Mujer de barro,
(1948); Soria pura (1949); Vencida por el ángel (1951); El
grito inútil (1952); Los días duros (1953); Víspera de la vida (1953);
Belleza cruel (1958); Toco la tierra; Letanías (1962); Cuentos
tontos para niños listos (1979); Canciones para todo el año (1984,
póstumo).