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miércoles, 9 de noviembre de 2022

Cuando ese corazón se apague no habrá razón para seguir existiendo...

Por Víctor Morata Cortado


Todo empezó con un gran terremoto que estremeció cada partícula de la superficie terrestre y las personas se asustaron y suplicaron al cielo, cada uno a su dios, clemencia y salvación. De los que no perecieron bajo los escollos de la civilización urdida con hormigón, acero y cristal, muchos salieron a las calles, la mayoría levantadas en sus cimientos y desquebrajadas, como invitando a bajar a los infiernos, anunciando el Apocalipsis sin remisión y dando posibilidades de renunciar al pecado y redimirse. Los falsos predicadores llenaron los rincones más inhóspitos del planeta. Los débiles de corazón se unieron a ellos con la esperanza de ver eludidas sus responsabilidades y obligaciones, de sentirse protegidos ante un ente líder que rigiera la comunidad creada. Los fuertes trataron de hacerse con el poder por este u otros medios más hostiles, utilizando armamento de alto calibre. En cualquier caso, tras aquel temblor, el mundo no fue igual y, durante el poco tiempo que duró la rebelión de las masas, surgió de las entrañas de los hombres un afán por la supremacía que debilitó las relaciones humanas en demasía.
No pasaron más de tres semanas hasta que otro gran seísmo pareció invadir la superficie y a sus más de seis mil millones de seres humanos. Sus vidas se vieron más en peligro aún que en el primer aviso, pero no recapacitaron acerca de los actos cometidos entre ambos cataclismos. No fueron más que el inicio. En este segundo movimiento de las capas tectónicas, la Tierra produjo un crujido intenso desde el corazón mismo y pareció que el mundo se desquebrajaba por todos lados. El que había obrado mal temía por su más allá y el que no, temía por su vida y la injusticia de verse morir habiendo sido un buen siervo del bien. No había distinción entre la generosidad y la avaricia, entre el odio y el amor. Todos fueron recluidos en un mismo saco, como fichas revueltas en una rifa o un bingo. Ahora faltaba la mano inocente que las fuera sacando una a una para determinar sus destinos.

sábado, 11 de diciembre de 2021

VÍCTOR MORATA: "La muerte siempre ha sido un tema recurrente en mis relatos. Pero no el único. Cada escrito es hijo de su tiempo. Y cada tiempo está sometido a las circunstancias de su creador. Cada palabra, al igual que la muerte, tiene su hora".

                                                                           por Martha Jacqueline Iglesias Herrera

Desde España llega a Letraweb un escritor que admiro mucho: Víctor Morata. Tuve el honor de entrevistarlo por primera vez en el año 2008. Desde entonces hemos estrechado lazos de amistad recorriendo el fascinante mundo de la escritura. Dotado de una gran sensibilidad, Víctor siempre ofrece una mano amiga con la que contar. Ha sido para mí un apoyo invaluable. Hoy, trece años después, tengo la satisfacción de volver a entrevistarlo, esta vez a raíz de la publicación de su novela: "Siervos de la Guadaña", obra cuya lectura he disfrutado muchísimo y que me ha convencido de que Morata marcará una huella importante en el mundo de la literatura.

Sobre él podemos decir que es autor de más de 350 relatos cortos, 40 microrrelatos y 13 novelas. Ha sido ganador del VII Yoescribo de relato y finalista de otros concursos como el de Aullidos

Ha publicado relatos en antologías de TombooktúDHEl País Literario y Holocubierta y también en fanzines literarios como el de Horror Hispano o La Gárgola

Ha publicado en revistas como la argentina Insomnia o la madrileña Voces

Ha participado en proyectos colaborativos como la novela de La historia de Almos

También ha colaborado con reseñas literarias en páginas como Propera Parada: Cultura La jungla de las Letras.

Siervos de la Guadaña es su primera novela publicada.


jueves, 14 de enero de 2021

Prólogo al Libro de Poemas: “Inscripciones del Tiempo” de Esteban D. Fernández

 

Por Víctor Morata Cortado

Murcia, 19 de mayo del 2016


Soy enemigo de los prólogos. Sólo en los últimos tiempos. Antes tenía un concepto diferente de ellos. Pero soy consciente de que un día éstos subrayaron mis textos bajo la impresión de otros a los que considero talentosos escritores. Por esa deuda pendiente tal vez y por la amistad que me une a quien me pidió que lo escribiera, este prólogo existe.

No soy poeta, aunque hubo un tiempo en que me consideraba escritor de versos y gasté cientos de palabras y un buen puñado de papeles en dejar constancia de ello. Eran tiempos en que vivía enamorado del amor, en que era un muchacho doliente al que las estacas se le clavaban una y otra vez en el corazón, agujereándolo como un castigo, agrietándolo hasta hacerlo pedazos o jirones o lo que sea. Destrozándolo. De mis enamoramientos, que exaltaban mis pasiones y turbaban mi percepción del mundo hacia colores vistosos, y de mis decepciones, que lo teñían todo de negro pesimismo, surgían mis versos. En esa montaña rusa de emociones y sentimientos que llenaban páginas y páginas como desahogo del alma. Pero no. No soy poeta. Sólo viví creyendo hacer poesía. Por eso me sorprende que se me haya pedido hacer esto. ¿Qué puedo decir yo de versos y rimas? Nada. Eso se lo dejo a los eruditos y entendidos. De lo que sí puedo hablar es de la evocación.

Cuando yo escribía poemas de amor y desamor no pensaba en la rima ni en intrincados artificios y estructuras, sino que me valía del sentimiento que se destilaba de sus versos. Lo que evocaba para mí y para otros era lo importante, porque en el propio vómito impulsivo de su creación veía yo la impronta de mis emociones. Sólo así veía fidelidad a la hora de traspasar la carne y la mente para depositar mi alma sobre el papel y que otros, acaso, lograran entender y vivir a través de mis palabras. Si hablo de todo esto es porque Esteban D. Fernández posee ese lenguaje visceral que nace de dentro y se instala con cierto dolor en la hoja en blanco, para llenarla de matices e impresiones nacidas de la soledad, la tristeza o la exaltación del amor, pero que pasan, además por conceptos más complejos que incluyen mitología, filosofía y religión.

lunes, 4 de julio de 2016

La dama de la fuente...


    
    Demasiadas mujeres como ella habían sido encantadas, unas veces por su propia voluntad, otras tantas como castigo por las obras que realizaran a disgusto de terceros. Pero había demasiadas repartidas por todo el mundo. En las historias que oía contar a los excursionistas, había descubierto la extensa tradición que existe en torno a ellas aquí y allá. Fayettes en Francia; fenettes en los Alpes Occidentales; lamiñaks en el País Vasco francés; alojas y encantadas en Cataluña... y así podría seguir, enumerando los diversos nombres por los cuales se las conoce. No obstante, había uno en concreto por el cual nadie podía admitir confusión alguna y por el cual siempre se las conocía allá donde se mentaran, eran ante todo Damas de las fuentes.
     La leyenda de cada una de ellas siempre solía arrastrar una triste historia con un cruel final que ya no había manera de enmendar y a la cual quedaban atadas de por vida a no ser que alguien las desencantara. Esto solamente podía ocurrir un día de los trescientos sesenta y cinco que cubren el año, pero las horas que medían esta posibilidad se reducían a la noche, a una noche mágica, la de San Juan. En esas horas nocturnas, los mundos se cruzan y la posibilidad de liberarse del hilo de oro que les ata al fondo de las fuentes y, en definitiva, a su encantamiento, se hace patente. Estas damas de las aguas o espíritus de la naturaleza, como a veces también se las denomina, son corrientes en el Norte de España, Francia y en toda Europa, en lugares donde la naturaleza se mantiene viva y radiante, aislada de la civilización y el contacto humano. Para estas damas supone una cárcel, a veces impuesta y, otras tantas, elegida por ellas mismas para eludir cualquier retazo de su memoria que pueda ser rescatado de sus recuerdos más dolorosos.
    Quien tiene el privilegio o la desgracia, según se mire, de encontrarse con una de ellas, bien podrá observar su innegable belleza. Todos coinciden en destacar sus cabellos dorados dando sombra a unos espléndidos ojos verdes, atormentadores, y su figura que se muestra traslúcida, dejando ver a través de ella la profundidad de la naturaleza que se extiende a su alrededor. Si bien su anatomía adquiere solidez en la noche de San Juan, son los menos quienes disfrutan de esta imagen opaca. Quien se cruza en su camino con estas damas, brujas o hadas, lo hace normalmente muy cerca de donde se encuentra su morada, pues el hilo dorado que las retiene no les deja un radio de acción muy amplio. Ellas eligen su propia prisión, su propia fuente, y sus virtudes y poderes con respecto al agua que de ella mana son totalmente controladas por estos bellos seres.
   Ella, que había olvidado ya el nombre por el que la llamaran en su vida humana, se encontraba ansiosa por la noche venidera, la de San Juan que se encontraba cerca. Soñaba con la posibilidad de ser liberada pero, al tiempo, su imaginación se perdía intentando recrear una vida fuera de aquellas aguas y no conseguía más que enfurecerse al darse cuenta que, si no podía apenas recordar su vida anterior ni los motivos que la habían recluido allí, ¿cómo podría empezar una nueva vida siendo lo que antes fue? No lo sabía, pero en su fuero interno brillaba la llama de la humanidad que aún le quedaba, el calor del sentir humano. Vagamente pudo desbastar sus recuerdos para rescatar entre la ganga una débil imagen de aquel que amara siglos atrás, su hombre. Una cara confusa se mostraba ante ella costándole retenerla por mucho tiempo, sin llegar a adivinar unos rasgos precisos que le infirieran una personalidad real. La dama había sufrido su encantamiento a raíz del abandono, su hombre había marchado un día, sin más, y no lo volvió a ver nunca. Los días habían pasado como lápidas que albergaban los pedacitos de su alma que iban muriendo poco a poco, hundiéndola en la tristeza más absoluta y privándola de los placeres que la vida pudiera otorgarle por otros medios. Hastiada y sumida en la soledad, sin reparo y dolida hasta la médula, abandonó su hogar y se dirigió al bosque. Allí donde una fuente brotaba, ella hundió su mano y, bebiendo sus aguas, admiró la belleza, paz y pureza que la fuente transmitía, y la envidió; quiso ser aquello que veía y el encantamiento se produjo. No fue fuente, pero quedó atada a ella para siempre. Cada vez que el agua fluía, se llevaba consigo un trocito de dolor, un pedazo de futuro inconcluso, de sueños, de miradas, de nostalgia... poco a poco, la memoria se fue volviendo efímera y solamente podía pensar en la tranquilidad que la naturaleza colindante le brindaba. Pero lo cierto es que, en el fondo de su corazón, había algo que persistía y se resistía a morir, luchaba contra la naturaleza mágica del ser en el que se había convertido, impidiendo que su amor perdiera terreno ante el olvido. Pero al final, el sentimiento se había vuelto opaco, sabía que estaba ahí, pero no comprendía los motivos ni el origen. De vez en cuando, en las proximidades de la noche de San Juan, cuando su cuerpo dejaba de ser una transparencia, su corazón se mostraba rebelde y latía con tanta fuerza que podía oís sus latidos como gotas de lluvia en una cueva, entonces las imágenes se sucedían como destellos breves que le punzaban dolorosamente pero no daban claridad a su sufrimiento.
   El destino, así de juguetón como es, quiso que un larigot llamara su atención con su encantadora melodía y, siguiendo las notas que emitiera, se aproximó a uno de los matorrales cercanos a la fuente. Con las manos, separó delicadamente los matojos, dejando un hueco libre para asomar la cabeza. Un pastor joven se hallaba sentado en una roca. Estaba solo, no había rebaño, pero reconoció en él el aroma de su oficio y los atuendos en los que se encontraba encamisado. Lo miró con atención, encontró en él rasgos familiares que no supo asociar. Rasgos que el tiempo se había llevado en el olvido. Su corazón palpitó fuertemente sin sentido aparente. Lo observó largo tiempo, de forma abusiva, como queriendo retener aquel momento por el resto de sus días. No solía pasar mucha gente por allí y, cuando lo hacían, evitaban acercarse a la fuente por temor a cualquier tipo de magia que pudiese condicionar sus vidas. El muchacho parecía, por el contrario, bastante tranquilo. Antes que la noche cayera sobre el bosque, el joven pastor se levantó y se fue. La dama lo siguió con la vista hasta que la maleza hubo borrado sus sombras. Una pequeña punzada en el pecho le hizo soltar una lágrima que se unió al caudal de la fuente. Recordó entonces que no era la primera vez que sus lágrimas se mezclaban en las aguas de aquel manantial. Tan pronto como hubo advertido este hecho, con la misma rapidez que se avino a ella, se marchó sin más. Únicamente quedó en ella ese sabor amargo y seco de la sed no saciada, esa pastosidad y dificultad de tragar. La congoja se hizo manifiesta en ella. En ese momento deseó que el muchacho volviese al día siguiente.
     No supo si su poder había sido el causante de la vuelta del pastor al día siguiente, pero se alegró de verle de nuevo. Volvió a entonar una dulce canción que resultaba extrañamente familiar a la dama prisionera. Sin embargo, no podía recordar, solamente sabía que le gustaba aquella música y la disfrutaba henchida de felicidad. Día tras día, el joven deleitaba con su cadencia a la encantada y raudo aconteció que un ardor fue creciendo en su pecho. Sabía que pronto llegaría la noche mágica y había decidido poner a prueba al joven para que intentara liberarla; de nuevo tenía ganas de ser humana, tan sólo por sentirse junto a aquel que despertara en ella tan profundos e inexplicables sentimientos.
     El día de la noche de San Juan, el joven pastor no vino, como de costumbre, recién entrada la tarde. La dama conoció la desesperación y rabió por dentro; caminaba rápidamente de un lado a otro, rodeando la fuente, pensando en los motivos que podían haber llevado al muchacho a desertar de su faena diaria. Temió no volver a verlo jamás. Otro flash asomó a su mente, el del abandono que sufriera justo antes de verse atada a aquella fuente. Se evaporó, dejándole una amarga sensación. La angustia empezaba a emerger lentamente, como un licor que se destila a fuego lento. Pero todo su malestar se esfumó repentinamente cuando llegó a sus oídos un sonido de ramas no muy lejano. Se asomó por donde tenía costumbre y allí estaba él. Esta vez su perfume era diferente... olía a agua de rosas y su atuendo se mostraba distinto, más elegante de lo que solía. Sacó su pequeña flauta y entonó, una vez más, aquellas melodías que tanto le gustaban a ella. Entonces, la noche se vino lenta, dejando poblar el cielo de estrellas con calma. La dama se miró detenidamente mientras su cuerpo se solidificaba. Se miró las manos que perdían transparencia, sus pies desnudos ocultando la hierba bajo ellos. El joven seguía allí. Ella apartó los matojos que hasta entonces le habían permitido robar las notas de aquella música a escondidas y se aproximó al joven con cautela. El pastor se volvió sin dejar de tocar. Cuando estuvieron lo suficientemente cerca, el muchacho cesó su melodía y le sonrió ampliamente. Ahora, el sentimiento de familiaridad del muchacho había crecido sobremanera. Se sentía muy cercana a él. Entonces, el pastor miró con ternura el tobillo de la dama y apreció el cordón dorado que la ataba. Se agachó y rozó delicadamente su pie. Entonces agarró el hilo y lo siguió hasta la fuente con cuidado de no romperlo. Una vez frente al origen del manantial se asomó estudiando el fondo. Tiró cuidadosamente del hilo hasta que el extremo salió del agua. La dama estaba libre por fin. Entonces, el chico se acercó a ella y la abrazó. Se separó unos centímetros y acarició su cara.
    −Estás tan bella como te recordaba Amor mío –dijo el pastor con una lágrima asomando sin llegar a brotar.
    −¿Lucio? ¿Eres tú?  –su mente volvía a recobrar los recuerdos perdidos por los años, poco a poco las incógnitas se fueron transformando en afirmaciones – Eres tú, eres tú... – y se echó a llorar henchida de felicidad
   −Sí, Amor mío, Evangelina... soy yo... – y la besó con dulzura.

     Ambos salieron del bosque cogidos de la mano. Lucio explicó a su amada que siglos atrás, cuando él marchara con el rebaño hacia el pueblo vecino, fue sorprendido por una cuadrilla de malhechores que pretendieron robarle. Ante este suceso, Lucio no pudo más que defenderse a golpe de bastón. La mala fortuna quiso que los ladrones estuvieran al servicio de un poderoso brujo y el joven pastor fue hechizado y condenado durante trescientos años bajo la forma de piedra en el mismo camino en el que le sorprendieran. Así, el tiempo pasó y, mientras él soportaba la condena de no volver a ver a su amada, Evangelina sufría de pena y acababa encantada entre las aguas de aquella fuente. El destino quiso que, cuando Lucio despertara del encantamiento, encontrara a su amada, y fueron diversas las señales que le avisaron de la ubicación de aquella que quedara abandonada sin previo aviso. Los pueblos se hacían eco de leyendas e historias que bien le habían servido al muchacho para averiguar el paradero de Evangelina, pues muchos contaban que un espíritu de la fuente había surgido de la pena de un abandono y la descripción de aquellos que la habían visto se aproximaba con fidelidad al recuerdo que él tuviera de su amada. No obstante, la capnomancia que el pastor había aplicado tantas veces para prever un buen pasto o el tiempo venidero también había sido de gran ayuda a la hora de localizar a la encantada. Sabiéndose olvidado por el encantamiento, Lucio se propuso ponerse al alcance de la vista de su amada para evocar en ella el sentimiento que antes se profesaban y así propiciar la cadena de acontecimientos postreros. Así fue que visitó las cercanías de la fuente, sabiéndose observado y rescatando, poco a poco, el sentimiento que el corazón de la muchacha aún albergaba entre penumbras. Habían pasado muchos años desde que ambos se separaran, pero ahora toda una vida les quedaba por delante, en un futuro totalmente desconocido para ellos y al que procurarían amoldarse de la mejor manera posible, pero siempre, siempre, bajo las alas de aquel Amor tan profundo que había sobrevivido a lo largo de los siglos y que les acompañaría por toda la eternidad. 

Víctor Morata Cortado


jueves, 15 de marzo de 2012

UNIVERSO MÁGICO por Víctor Morata Cortado


Desde Murcia nos llega este maravilloso Universo, de la mano de mi querido amigo Morata. Acá dejo plasmada mis impresiones, no sin antes felicitarlo por el conjunto de toda su obra, de la que soy una fiel lectora a la vez que una gran admiradora. Por el largo camino que hemos recorrido en este mundo de letras y por el que falta por recorrer. Jackie
 

Universo mágico constituye una saga de relatos fantásticos que transitan por lo extraordinario y lo asombroso.  Cuatro libros que van de la mano del misterio, la fuerza y el poder oculto de los elementales: Aire, Agua, Tierra; y cerrando con broche de oro: Crepúsculo.
Su autor, Víctor Morata, nos ofrece una visión muy particular de las manifestaciones espirituales en cualquiera de las formas que la religión o las creencias populares y tradicionales les atribuyen. Fruto de un entrenamiento riguroso atendiendo al origen de las creencias que le sirven de base, este bestiario parece nacer con la vocación de abarcar el conjunto de fenómenos que la magia es susceptible de enmarcar dentro de sus propias tendencias. Cada historia es independiente del resto pero a su vez supeditada a los propios límites de la existencia de otros mundos u otras dimensiones. Adentrémonos pues en este Universo por demás estremecedor donde la maravilla de lo sobrenatural nos invita a explorar nuevos territorios.

Sobre el autor: Víctor Morata Cortado
Para más información los invito a leer la entrevista: “Conversación con Víctor Morata Cortado” realizada en este mismo blog.
 
Si quieren conocer sobre su quehacer literario acá dejo el enlace.




VÍCTOR MORATA CORTADO: “Creo que el escritor no puede desvincularse totalmente de su vida social y en cada una de sus obras, aunque sea de forma subrepticia, se aprecia algún aspecto de su existencia”.


Por Martha Jacqueline Iglesias Herrera.

Entrevista publicada en la red social Miss ARTES en Julio del 2008.

Esta semana desde España nos llega: Víctor Morata Cortado. Este joven autor, nacido en Cartagena en 1977, el Día Internacional del Medio Ambiente, mantiene una activa participación en el ámbito literario. Ha colaborado en diversas revistas de su entorno regional como: la revista Ágora del Colectivo Cultural DUNA, la revista anual MAREA, la revista digital de la Facultad Informática de Murcia ECHO, la revista digital de la Editorial Ala de Cuervo LOGOGRIFO, la revista digital e impresa VOCES de Madrid y la revista ALADERIVA. En su quehacer como escritor cuenta con nueve libros de relatos cortos y varios de poesía, además de una obra de teatro: “La danza del Bosque”, que versa sobre la mitología asturiana y una novela: “Entre Dos Mundos”. Su espacio en la web: Mente creativa es un acercamiento a su labor más cotidiana.

JK: Háblanos de tus primeros acercamientos a la literatura.

Bueno, en primer lugar muchas gracias por esta entrevista. Es un placer estar aquí. Bien, mis primeros acercamientos a la literatura como escritor se remontan a cuando yo apenas tenía diez o doce años. Mi madre me había mandado a casa de una de sus hermanas en un pueblo pequeño y sin mucho aliciente para un niño de esa edad. Ya por entonces flirteaba con lecturas de Stephen King y otros autores que recomendaban en el colegio. Uno de esos días de vacaciones forzadas, estaba aburrido y mi tío me llevó a su oficina, una agencia de seguros con poco movimiento de personal. Pronto, me encontré sentado frente a una vieja máquina de escribir y una cuartilla manchada por una cara sin nada que hacer. Así que comencé a teclear torpemente hasta completar mi primer relato corto, que era más bien hiperbreve. “Sueños”, se llamó. Esa fue la semilla. Luego fue creciendo y no pudo dejar de escribir y acercarme cada día más a la literatura.


JK: ¿Con qué género literario se siente más identificado Víctor Morata?

Yo diría que los géneros en los que me veo más resuelto podrían ser la novela y el relato corto, aunque en la primera aún me encuentro en pañales y dando pasitos cortos para no caerme. Dentro de estos géneros, disfruto muchísimo tratando obras de corte fantástico, terror o ciencia ficción. Sin embargo, me considero un explorador infatigable al que le gusta investigar y ejercitar otros temas y géneros y de cuando en cuando me propongo ejercicios y metas literarias.

JK: ¿Qué aspectos de tu vida social ha influido en tu labor como creador?¿Y cuál no?

Creo que el escritor no puede desvincularse totalmente de su vida social y en cada una de sus obras, aunque sea de forma subrepticia, se aprecia algún aspecto de su existencia. Un amor no correspondido, una oportunidad perdida, un jefe que abusa de sus status… hay muchos aspectos que se ven reflejados en mis obras, muchos amigos a quienes he homenajeado e inmortalizado en relatos y muchas personas a las que juzgué y sentencié en mis historias mientras la vida misma se ocupa de sus fechorías.

JK: El Cosechador es un cuento que mantiene a la expectativa de principio a fin; de hecho, te valió el primer premio en el VII Concurso de Relato de Yo escribo.com. ¿Qué debe Morata a Romeo y a Julia?

Je, je… Creo que les debo, al menos, el premio. La verdad es que El Cosechador nació un día de 2006 cuando acababa de empezar un nuevo trabajo y me debatía entre continuar estudiando o dejarlo aparcado durante un tiempo. En el trabajo había un chico, hoy encargado del negocio y uno de mis mejores amigos, al que una de las empleadas apodaba Romeo por su galantería y dedicación a las mujeres que acudían al establecimiento pidiendo consejo. Entonces pensé, y todo empieza con este tipo de preguntas, ¿qué pasaría si Romeo se viera envuelto en la rutina, en lo cotidiano, de forma inexorable y cuando se afianza a ese estado se lo arrebatan todo sin explicación? He de decir que el relato quedó entonces inacabado y pasaron meses hasta que lo retomé. Ese tiempo de espera supuso que la historia diera un giro radical, más tétrico y reflexivo. En fin, creo que a Romeo y a Julia les debo mi primer premio serio y remunerado y puede que, ¿por qué no?, el inicio de mi carrera literaria en las librerías.

JK: En el manual del perfecto cuentista Horacio Quiroga plantea: “Me he convencido de que del mismo modo que en el soneto, el cuento empieza por el fin. Nada en el mundo parecería más fácil que hallar la frase final para una historia que, precisamente, acaba de concluir. Nada, sin embargo, es más difícil”. ¿Qué opinas al respecto?

Estoy de acuerdo con Horacio. Cuando el fin se conforma en tu cabeza, el resto viene solo. Es como si vieses el final del túnel y tuvieses que llegar hasta la salida. Sabes hacia donde tienes que ir y, de forma automática, comienzas a caminar conformando el camino que te lleva hasta el final. En los cuentos pasa algo parecido, aunque claro, yo hablo por mí, desde mi propia experiencia. Es cierto que en algunas ocasiones prefiero que los personajes comiencen a caminar y me sorprendan con el final, pero con un fin establecido el camino se hace sin tantos rodeos, más firme y seguro, porque sabes que allí es donde acaba el cuento.

JK: Nos comentaste que tu primera novela está siendo valorada por el comité de lectura de varias editoriales, y que ya has comenzado la preparación y escritura de la segunda. ¿Algún comentario para Miss ARTES?

Bueno, aún estoy a la espera de estas editoriales a ver qué me dicen. Hace ya mes y medio del envío de los manuscritos y no creo que tarden mucho más. Con respecto a la segunda novela, pues para qué esperar. A mí me gusta escribir, lo de publicar me encantaría, pero ciertamente es secundario, es como conseguir vivir de lo que más te gusta, así que he decidido no esperar contestación alguna para seguir con mis proyectos. Esta segunda novela la estoy estructurando de manera diferente a la anterior. Me estoy documentando bastante y creando esquemas y una estructura sólida. Ya veremos cuando empiece a escribir cómo va surgiendo.

JK: Creo que esta pregunta no faltará en ninguna de nuestras entrevistas. ¿Qué recomendación puedes dar a los escritores noveles?

Je, je… no sé si yo seré el más adecuado para recomendar siendo aún tan novel como el que más. No obstante, me aventuro a dar un consejo: no dejes de escribir ni que las críticas negativas te sepulten el ánimo, sino todo lo contrario. Cada vez que alguien te diga que no puedes no le hagas caso y sigue adelante. En esto de la escritura, por suerte, no hay un escritor que guste a todos y, por ende, uno que desagrade del todo. Cada escritor tiene su lector. Así que no cejes en tu empeño, los escritores tenemos la suerte de poder crear mundos, personajes, situaciones, maravillas mil… y lo mejor de todo es, que es gratis, tan sólo te ocupa un tiempo que además se disfruta.

JK: Si tuvieras que definir tu sueño. ¿Qué nombre le pondrías?

Tengo muchos sueños a los que me gustaría no sólo darle nombre, sino también forma. Sin embargo, en lo referente a esto que nos atañe, la literatura, diré que mi sueño tiene ocho letras: escritor. Me gustaría dominar por completo todas las herramientas que la lengua pone a mi disposición, mejorar en vocabulario y expresión… no dejar de avanzar en este camino de letras. Así, aunque escribo, aún no me puedo ganar la vida con ello. Ese sería el sueño, escritor. 
Antes de despedirme quería agradecer nuevamente a Jacqueline esta entrevista. Ha sido un placer contestar estas preguntas. Un fuerte abrazo a todos los lectores de Miss ARTES y en especial a Jacqueline.