Detrás queda la
casa… (nuestra casa)
donde arden las
fiebres de aquellos
que -a deshora y
a cambio de otros dones-
tatuaron las
cenizas de ayer en sangre,
en tiempo,
en máscaras de
arcilla.
No. No te quiero apartar.
Yo
camino a tu lado,
aunque a veces no entiendas que te llamo.
Tú
eres cuanto tengo en este mundo de sombras que me envuelve.
Y
aquí estoy -vestido de fantasma para amarte-
poniéndote
a los pies este misterio con el que nadie te ha mirado jamás.
Ven… No te detengas.
Escribe la señal.
Volvamos a entendernos.
El
secreto de tus manos es la luz del relámpago
que abre las puertas de mi vida.
que abre las puertas de mi vida.
Y
yo soy el que te sueña por nombrarte, paloma mía.