Inscripciones
del tiempo en la mudanza de visiones
que
fraguan las imágenes
donde la
eternidad deja caer a los protagonistas del mito
en el
mensaje de la esfinge.
¿Dónde llevaba el labio la señal
del astro nacido para cumplir la rotación
de lo que llega con la memoria que clausura
el idioma de otra edad consumida
tan solo a manera de un presagio?
Se cerraron las puertas.
Ningún guardián en el umbral al rojo dio paso a lo
perdido
en el brillo de la creciente noche;
pero alguien despliega la ceremonia del misterio
para erigir la llamarada tenida en lo invisible de
todo poderío,
reclamo que viste de fortuna a los desnudos del
ahora
oculto en la mirada del arcángel.
Se ignoran las pisadas nacidas del soplo de lo alto,
la arcilla donde adorar el ciclo de la posible
ofrenda.
Ellos miran callados.
A veces… una pluma se desprende
de las regiones donde pueblan el duelo.
Y acaso donde estén
el tiempo oculte las señales que no supimos ver:
horizontes a tientas leídos en secreto
en cada línea de la mano,
incendios que anunciaban su máximo fulgor
dejando a cada paso un testimonio de cenizas,
alfabetos roídos por la invisible grafía
de arcanos imposibles.
Se alza la copa de la Estigia.
¿Alguien rompió el pacto de aquellos juramentos?
El resto se cumple en el silencio,
entre las procesiones que organizan la ausencia
con ese irse más lejos cada vez.
Estigia:
Hija del Titán Océano. Guardiana de
los juramentos.
Martha
Jacqueline
Del
Poemario: “La piedra del designio”.
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