NOTA DE LA AUTORA: Jackzazel es un canto para alcanzar un punto de elevación desde el cual se puede contemplar, a pesar de nuestra manifiesta insignificancia, el anchuroso horizonte que mella los límites de las imposibilidades del hombre, amplificando el ser un paso más allá de sí mismo. Es un caos, un maravilloso caos pincelado de matices filosóficos, dentro del cual pueden oírse los acordes de una inusitada música.
Es
mi obra menos entendida, la más compleja y una de las más queridas.
Soy Jackzazel,
el que perdió de vista con su traje de hombre los inconmensurables
horizontes de su destino,
el que vio al Ángel descender de su morada etérea para verter las semillas
de su gracia
en los surcos terrestres de este mundo.
Escucho ahora, dentro de mí, una voz desconocida que se eleva
sobre el polvo de los siglos bajo el que yacen mil generaciones:
Eleva tu oración
Jackzazel, siente tu pequeñez y tu miseria.
Escucha el
concierto armónico del infinito.
Todo te habla en
un lenguaje que vibra, canta y palpita en el Universo.
Eres el hombre aún
niño que aprende con débiles balbuceos el alfabeto musical
de ese poema sin
fin cantado por los astros.
Siéntate en el Santuario de tu ser y escucha la Gran Voz.
No busques lo
divino en iglesias y templos.
Búscalo en la
danza de los mundos,
en el brote de la
vida que estalla en las superficies de los suelos,
en los confines de
horizontes inalcanzables,
en el murmullo de
las inquietas aguas cantarinas,
en los trinos
melodiosos de los pájaros,
en las cumbres de
las montañas que penetran las nubes.
Templa tu
voluntad, Jackzazel.
Agradece a la
imperfección tener algo siempre que conquistar y desear sobre esta tierra.
Tu propia
inteligencia te resulta incomprensible.
Pero no dudes…
eres chispa divina con todas sus potencialidades en estado de latencia.
Elévate a la
Suprema Verdad
y obtendrás el
Gran Premio destinado a todo ser que al fin comprende.
Soy Jackzazel…
interrogo a los cielos, pero ellos pasan veloces hacia un fin que me es
desconocido.
Levanto las faldas al conocimiento que es mujer de cuidado
y fecundo su vientre con el esperma sin límites de mi hambruna.
Lo esencial escapa a mi mirada humana.
Escuchen… la hoja de un árbol respira.
Martha Jacqueline
Iglesias Herrera
Del Libro de
Poemas: Jackzazel
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