Los siete espíritus ordenan las palabras de Job
en el canto de las cien mil estrellas.
Y a veces se hace lejos para el rayo de Sirio.
Tu reino fue
fundado sobre la tierra negra
donde un fulgor
sustrajo la sal de su simiente.
Así, como el
presagio labra el Cuerno de Amatea
entre las
ceremonias de la ley.
Ellos marcharon
ya…
confundidos con
la bruma de las primeras aguas,
rocío de miel
en la rama de muérdago
para resucitar
a la bondad decapitada
en los altos
corredores de la penitencia.
Una batalla a
muerte
que desperdicia
el oro de todo lo inasible
para encarnar
la sílaba
que incuba el
aliento de los antecesores.
Tu raza convocó
las campanadas de un instante
para asistir a
los desamparados,
tiempo de
eclipse donde un tajo de gloria
ha de exhibir
la lumbre
de unos
costados devorados por tigres
entre los
signos de las bendiciones.
Se levantan los
sellos…
mientras
ensayas el dialecto de algún posible desarraigo
y una corona de
intemperie en las investiduras de la noche,
desnuda el
rastro de lo que se desvanece
en la lengua de
los elegidos,
como runa de un
eco en el conjuro del regreso
a la patria de
hacer revoluciones.
Sobre el autor: Yo soy un sueño, un imposible, vano fantasma de niebla y luz… soy
incorpóreo… soy intangible…
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