No
cruces esa puerta.
Detrás, iluminando, solo hallarás aquella que te nace
cuando enciendes el fósforo de algún viejo deseo
que obedece a la orden primordial de tus abismos.
El humo no es la llama.
Se te abrirán las vistas que hacen la suerte inválida
para habitar el templo donde la cama es tibia,
amorosos los brazos y dulce el pan.
Detrás, iluminando, solo hallarás aquella que te nace
cuando enciendes el fósforo de algún viejo deseo
que obedece a la orden primordial de tus abismos.
El humo no es la llama.
Se te abrirán las vistas que hacen la suerte inválida
para habitar el templo donde la cama es tibia,
amorosos los brazos y dulce el pan.
Minúscula es la dicha que corona el misterio
arrojado por la boca de un pez
que oficia con sus ojos una señal,
algún brillo de plata donde ilustrar las aguas
vertidas en las noches por el jarro de Acuario.
Al pie de la justicia se romperá lo justo
y hallarás al implacable Guardián del egoísmo
servido con los manjares que ayunaron los miedos
multiplicados por los ritos de tu devoción.
Has
de llenar el cáliz, si pasas, con tu fuego.
Has
de aprehender el látigo, has de saber morir.
Esteban Fernández.
Sobre el autor: Yo soy un sueño, un imposible, vano fantasma de niebla y luz… soy
incorpóreo, soy intangible…