Tengo la certeza de que
no he llegado a ninguna parte, y que en rigor no existe parte alguna a la que
llegar. Un escritor que se respeta sabe que la posible madurez de su escritura
es ilusoria. Para mí al menos el inicio de cada nueva obra es realmente eso, un
inicio. Voy tembloroso e inexperto a la página en blanco, tan virgen como ella.
Si la madurez implica la seguridad y la destreza, no he madurado. Cada obra que
emprendo requiere un aprendizaje y una iniciación. Lo demás es el silencio y
las manos juntas, o la fatigosa repetición. Cada una de nuestras valoraciones
resultará bien dudosa y hasta díscola. Moriremos con la duda (con la sabia
duda) de ser o no ser creadores importantes. No hay que lamentarse: esa duda
nos hace estar vivos.
Antón Arrufat, Premio
Nacional de Literatura-Cuba.