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lunes, 30 de mayo de 2016

Desde Portugal hasta La Habana, Cuba…



Regalar es una costumbre hermosa, un acto de desprendimiento perfecto. No podemos dar lo que no poseemos, pero cuando lo que tenemos es fruto de ese proceso interno que constituye un acto de nuestra creación, se genera en el que recibe ese sentimiento de gozo que tenemos al descubrir lo semejante, ya que allí encontramos una prueba de cierta hermandad del mundo, de un lazo fraterno que se eleva perfilando aquello que realmente se necesita decir: Gracias.
Y es así como este Temporal llega a la Habana, con trazo seguro y firme, para hacernos comprender su principio, su esencia, su escritura plagada de matices jamás superfluos. Al tenerlo en mis manos sentí que no llegaba a él por primera vez, sino de que volvía. Volvía de una especie de elevación, de una hermosura franca… como si la habitación donde me encontraba se inundase de exterior, de una inocencia viva, limpia, esa inocencia que es el reducto de la sabiduría primera y que lo reclama todo del artista: la necesidad violenta de creer, el apetito y ansia de los colores, de los pinceles, de los lienzos, de la palabra.

Esta obra, hija legítima de un saber vital, me fue dedicada de la siguiente forma:

Para Jacqueline Iglesias, que este temporal pueda tener algún verso que quede en tu memoria. Un abrazo. Sergio Astorga

Y no solo quedaron en mi memoria muchos versos, sino que asistí a la hermandad entre lo vivo y lo pintado. Sentí una maravillosa impresión de sosiego, como cuando la naturaleza nos hace cómplices de uno de sus secretos sin necesidad de revelárnoslo.
La poesía de Sergio Astorga deja en nosotros una fuerte impresión ante la portentosa riqueza de su cosmos. El sentido de los versos en su musicalidad y en su riqueza léxica se construye en una experiencia artística con una carga simbólica propia de la gran poesía. Poesía sensorial y al mismo tiempo reflexiva.

ENERO soy de otro comienzo
 
Te escribo desde el recuerdo de tu boca.
Vestido de humedades conocidas,
jadeo y te respiro.
Soy una brasa.
Al medio día,
te presiento
como un sol cubriéndose de cuerpos.
Escucha…
Me gusta enero para nacer del fuego.
De cristal,
De viento fino.
Tu lengua enciende mis arterias,
y soy verdad
en medio del abismo.
Hoy te escribo con tu boca.
Racimo soy de tus antojos.
Hoy el mundo es transparente.

En estos versos hallamos trazas de un erotismo carnal, pero al mismo tiempo integrador. Lo ardiente tiene una presencia implacable al amparo del amor. En el verso: “racimo soy de tus antojos”, vemos ya rotos los límites resistentes y cómo el mundo se abre en toda su dimensión, irrumpiendo un aliento verdaderamente evocador.
En el poema “Hasta que llueva”, el poeta dice: “Voy a sentarme a mirar. / Que pase la vida y su tiempo”. Para luego añadir: “Estoy un poco cansado/ de mirar sin que me mires/”. Aquí vemos como el pasado posee una dimensión angustiada en tanto plenitud perdida. La práctica amorosa se va tornando irrealizable o queda como ausencia, pura memoria. El amor se torna una vivencia indefinida en la que el placer queda vedado por recuerdos de percepciones sombrías.
En la página 16 nos encontramos con el poema “Hoy tengo fiebre”. En los versos: “sonrisas burlonas a mi paso, / hipócritas palmadas en mis hombros/”, asistimos a lo intolerante y represivo de la sociedad que hace que el poeta se revista de cierto matiz de distanciamiento. Aquí vemos una poesía humanista, sustanciosa, honda en su replanteo del diálogo consigo mismo y su circunstancia, en cuyo recuento nos entrega todo el sentido trágico del poeta, su condición terrestre, absolutamente humana. En los versos: “Hoy el día es más ancho. / No lo aguanto/”. Vemos cierta nostalgia por la dicha perdida, experiencia que se torna inasible cuando el acontecer no puede devolverle los instantes pasados en toda su plenitud.
En el poema “El mismo”: “Soy el mismo gris que quiere ser magenta; /la misma bruna desdicha en los zapatos / y un cobalto altivo por cabeza/”. Vemos una poesía existencial, formalmente lúcida y de una limpia claridad, con cierto dejo de melancolía. Tenemos al hombre reflexivo, consciente de su propia realidad y de su propia pérdida. Revelando zonas escasamente iluminadas de la propia vida.
En “Voy”: “Voy a ti como a beber; / me voy a ti como tormenta, /descanso en ti como en llanura; / penetro en ti como locura. / No sé sin ti como regreso. / Voy a ti porque comienzo/”. En estos versos vemos como el poeta expresa de manera muy personal vivencias comunes, esplendores ocultos, plenitudes desconocidas, lo que nos lleva hasta su ideal para descubrirnos –vírgenes de toda fabulación- su perspectiva. Un deleitable regodeo con la realidad.  
Y ya para terminar este comentario quiero referirme al poema: “Una danza de plumas se desliza”, en el que el poeta se interroga: “¿Qué lucida embriaguez/ galopa la sangre virgen? /”. Aquí vemos como el autor mira y sabe que no puede conseguir ciertos conocimientos, pero escribe para alumbrar la realidad, hasta donde se le permita adentrarse en los fenómenos que conforman su vida cotidiana, la historia desconocida que no es otra que su encuentro diario con el misterio de lo real.

Sobre el autor: Sergio Astorga nació en México. Actualmente reside en Porto, Portugal. Estudió Licenciatura en Comunicación Gráfica en la Escuela Nacional de Artes Plásticas. Impartió taller de dibujo durante doce años en la UNAM. Estudió Letras Hispánicas e Iberoamericanas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Ha publicado en suplementos culturales y en revistas tanto textos como dibujos. Exposiciones pictóricas múltiples. Ha publicado un libro de poemas llamado Temporal.

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