El día 8 de julio del 2015 me llegó a casa desde Buenos Aires, Argentina,
un libro que tiene mucho de sagrado por el sentimiento que su existir implica. La novela, tiene ese olor de las almendras amargas que, según García
Márquez, le recordaba siempre el destino de los amores contrariados.
Los Libres nos adentra en la historia de dos hermanas, gemelas, dualidad en
estado de latencia… donde, a los ojos del mismo hombre, una de ellas sobresale
en belleza. Lara y Laura… la primera, paloma libre de andar por los caminos del
viento, flor de rara hermosura que lleva en su piel la marca de un dolor
inclemente traído del pasado, batalla en el combate siempre guerreado del amor,
digna en su demencia, capaz de hacer temblar al mundo con el taconeo divino de
sus pasos; la segunda, pajarito tras los barrotes de la jaula que dice ser la
vida, con las alas temblorosas al menor soplo de una brisa de invierno, incapaz
de sostener el traqueteo del tren del amor que le cruza por las vías infinitas
del pecho. Lara apuesta por vivir y al vivir es capaz de vislumbrar y de tener
todo lo que la vida está dispuesta a darle. Laura, en cambio, no pierde nada de
lo que creó… lo que pierde es lo más terrible que puede sucederse en los
senderos fracasados: lo que no se conquista.