Te
cuento, querida amiga, que nada cambió tan pronto como sugiere el recuerdo,
sólo
es que el recuerdo viene a besarnos los ojos sin disculpas, sin razones,
viene
y nos trae el sentido de esas noches suspendidas en el tiempo
que
hacen un ayer inmenso en un parpadeo apenas, y vuelven a desnudarnos
ante
un par de buenas muertes y algunas más, no tan claras, ni tan ciertas…
sin
embargo estamos vivos, compañera, amiga, estamos como otros recuerdos, vivos,
enredando
las palabras de otros días que quieren decirnos cosas y…
…todavía
me pregunto si te conocí llorando o te lloré en la ignorancia de saberte,
tus
ojos son ese mapa que siempre sigo leyendo endemoniándome en signos del
destino,
algún
pájaro que cambia sur a norte, alguna rama que me hace pensar en que dobla el
viento,
alguna
sombra que vibra como lagrimeada atrás por la insistencia de seguir buscando…
no
me orientan las estrellas, todas brillan allá, lejos,
sólo
me asomo a la noche para mirar si me queda un camino hasta tus ojos, y…
…todavía
me pregunto si conociste algo mínimo de mí… por qué estoy vivo,
por
qué lo creo…
y
no sé, ni sé, mi cumpa, creo que no lo sabías, creo que me imaginaste en tu
desvelo
y
en mi desvelo insertaste tu esperanza, distinta a la mía, que se quedó en el
silencio,
y
yo besando la tierra porque no entiendo otra cosa que la tierra,
y
vos amando una imagen que no es tierra, ni entenderse, y ni siquiera es un
polvo ensordecido…
nada…
te
cuento, querida amiga, que no cambiaron las cosas,
yo
sigo sin conocerte y vos queriendo inventarme,
pero
vos y yo sabemos cuánto duele haber perdido el camino…