Entrevista efectuada a Manuel Ruano a raíz de reparar y prologar la edición de la “Obra poética” de Olga Orozco, editado por Editorial Biblioteca Ayacucho, Caracas 2000.
Fuente: Internet
“Desde
lejos” es un libro lleno de ruinas, abismos, soledad, nostalgias. Hay como
demasiada conciencia del lenguaje en él: las flores son “polvorientas”, los cielos están “abandonados”. ¿De veras cree que es
el libro de la infancia? ¿No es quizás el libro del despertar?
No
es tan lineal... Definitivamente no es el libro de la infancia. Tampoco del
despertar. Más bien, pienso, es el libro de un peregrinaje interior. A los 14
años en Bahía Blanca, provincia de Buenos Aires, Olga fue una enigmática
discípula en ocultismo de una sombrerera italiana llamada Teresa, quien le
enseñó todo lo que pudo acerca de sus misteriosas artes, depositando en ella su
fe y conocimientos, entre otras cosas, del tarot. Así que desde muy niña,
aprendió el lenguaje misterioso de los arcanos mayores y menores y las
relaciones, por ejemplo, que hay entre una reina, un paje y un bufón, en una
disposición de cartas. Ella era capaz de “leer”, literalmente hablando, una casa, un jardín o los
registros de la memoria de sus difuntos. Eso es parte de una realidad que tiene
que ver con los recuerdos de su infancia. También supo del lenguaje de los
vientos, las arenas, los cardos, las hojas secas y los médanos que cambiaban de
lugar con aquellos vientos de su niñez. Es muy posible que esas huellas de su
memoria, ejercieran una nítida acuarela de fantasmas y de recuerdos en sus
primeros poemas. Cuando escribe este libro tiene 26 años y ya es dueña de un
lenguaje poético milagroso para la lírica argentina. En una palabra, toda la
poesía de Olga mantiene un eje a través de los tiempos, donde articula los
instantes que va fijando de aquel pasado y aquellas sensaciones, que ella misma
fue descubriendo entre la poesía y la magia. De las tantas charlas que mantuve
con ella, recuerdo aquello de “construyo
mis poemas para habitarlos, para vivir en ellos”