Jamás se debe capturar a un espía,
¿saben? Hay que descubrirlo, y a continuación, controlarlo, pero nunca hay que
atraparlo. Un espía capturado causa muchísimos problemas más.
HAROLD MACMILLAN
Hoy
quiero hablarles de una novela que tiene como eje principal uno de mis temas
predilectos: el espionaje. La trama de la misma gira sobre un hecho real: los
espías de Cambridge, cuyo reclutamiento se considera la «penetración» más
exitosa realizada por una inteligencia extranjera en toda la historia del
espionaje. Basta decir que en Rusia a estos agentes del Trinity College se les
conoció sencillamente como “Los Cinco Magníficos”.
Para
los que no conocen la historia diré que estos cinco hombres fueron reclutados
por el NKVD, futuro KGB, durante los años treinta del siglo XX. Ellos fueron: Anthony Blunt, Kim Philby, Donald
Maclean, Guy Burgess y John Cairncross. Es necesario destacar que en aquella
época había un gran entusiasmo por la actividad antifascista, lo que hizo a
muchos jóvenes entrar en el Partido Comunista. Los soviéticos aprovechando esta
cobertura formaron una red de agentes británicos, más conocidos como «topos» en
la jerga de los servicios secretos, con aquellos que optaron por trabajar menos
al descubierto.
Charles
Cumming en “El sexto hombre” nos
hace un llamado de atención con una propuesta interesante: ¿existió un sexto
espía?