Así como toda flor se enmustia y toda juventud cede a la edad,
así también florecen sucesivos los peldaños de la vida;
a su tiempo surge toda sabiduría, toda virtud,
más no les es dado durar eternamente.
Es menester que el corazón, en cada llamado,
esté pronto al adiós y a comenzar de nuevo,
esté dispuesto a darse, animado y sin pudores,
a nuevos y distintos desafíos.
En el fondo de cada comienzo hay un hechizo
que nos protege y nos ayuda a vivir.
Debemos ir serenos y alegres por la Tierra,
atravesar espacio tras espacio
sin aferrarnos a ninguno, cual si fuera una patria;
el espíritu universal no quiere encadenarnos:
quiere que nos elevemos, que nos ensanchemos
escalón tras escalón.
Apenas hemos ganado intimidad
en un morada y en un ambiente,
ya todo empieza a languidecer:
sólo quien está pronto a partir y peregrinar
podrá eludir la parálisis que causa la costumbre.
Aun la hora de la muerte acaso nos coloque
frente a nuevos espacios que debamos andar:
las llamadas de la vida no acabarán jamás para nosotros...
¡Ea, pues, corazón, arriba! ¡Despídete, estás curado!
Sobre el autor:
Hermann Hesse: (Calw, 1877 - Montagnola, 1962) Novelista alemán cuya obra indagó en temas como la búsqueda de la autorrealización y la espiritualidad. Destacada figura de la narrativa alemana de la primera mitad del siglo XX, de relevancia comparable a la de Alfred Döblin y Thomas Mann, recibió el premio Nobel de Literatura en 1946; utilizó en ocasiones el seudónimo de Emil Sinclair.
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