Podrás hacer de la espera apenas eso…
mientras vuelvo desde siempre hacia tu vida:
unas hojitas de té, la flor de un croto,
un libro que espera ser abierto,
la mirada en la pared recontando cicatrices,
la impaciencia de los perros que delatan los aullidos
bajo la luna que crece allá lejos, según se invente o se mire.
Podrás sentirme en tus manos sin tenerme
y ver mis huellas en perfume, un latido…
el mismo que un día tuve cuando tus ojos dormían
las mismas calles de siempre… las mismas vías.
Y llega el trueno que hunde la hora cero del silencio,
los fantasmas van hablándome de las ropas que se quedan
como empapadas de humo por el barrio,
y el filo de una sonrisa nacida desde tu alma corta el aire,
raja un mito… que vuelve a armarse en el brillo
del roce de tu delirio.
Unas copitas de más y una moneda va al aire…
a cara o cruz me juego de simple al viento una carta
(todavía quedan cartas por jugarse o por jugarnos).
Y tú sabrás responder por qué se vive o se mata
la misma suerte de uno,
si el precio de los destierros le pone puente a los ojos
relojeando las distancias y el tiempo es vida.
Atrás la sombra de un árbol se me hace como un charco del
desvelo,
donde se funde el intento de las miradas perdidas,
y el mundo hecho casa allá en tus ojos te busca,
desde ese siempre que es nunca…
porque estuviste cuando te tuvo la ausencia,
cuando te fuiste hasta ese día que vuelves
dando sentido a los pasos que sin ti solo matan las distancias
que no mueren sino en la razón de ser, medianías.
Esteban Fernández
Del Poemario: “Recuérdame”