El 21 de junio cumplí
un año más de vida. Recibí regalos de amigos y familiares que siempre
conservaré con mucho cariño. Pero hoy quiero hablarles de uno que, aunque pasen
muchos años, para mí seguirá siendo muy especial pues siempre tendrá el
frescor, la vigencia del primer día.
Decía
Roberto Juarroz, ese extraordinario poeta argentino:
¿Cómo amar
lo imperfecto, / si escuchamos a través de las cosas / cómo nos llama lo
perfecto? // ¿Cómo alcanzar a seguir / en la caída o el fracaso de las cosas /
la huella de lo que no cae ni fracasa? // Quizá debamos aprender que lo
imperfecto / es otra forma de la perfección: / la forma que la perfección asume
/ para poder ser amada.
¿Y qué regalo más
perfecto para un poeta que el prólogo a su primer libro de poesías? Este es, ni
más ni menos, el obsequio que recibí de un amigo de España muy querido: Víctor
Morata Cortado… un amigo que ha sido luz y guía en este entramado mundo de
internet… un amigo que siempre ha estado presente. Y me pregunto: ¿Qué es estar presente en algo? ¿Es simplemente el hecho físico y material,
definible, de esta constancia efímera y transitoria de un hombre que está aquí?
¿O la presencia de algo es aquello que, aunque invisible y lejano, permanece y
se nos clava dentro?
Él me ha acompañado a través de su lectura y reflexión sobre mis versos en
esta experiencia poética que, por soñada y querida, hoy puedo decir que es un
hecho.
Bueno, sin más preámbulos, comparto con ustedes el prólogo del libro de
poemas que quizás dentro de poco comience a ver la luz: “Si no fuera de ti”.
Prólogo
Escribir un prólogo no es tarea
sencilla. Si, además, sirve para introducir la obra de alguien a quien
aprecias, la dificultad aumenta. Y si, como es el caso, el libro es de poesía…
Bueno, sería algo así como escalar una montaña sin instrumental ni garantías de
regreso. Puede que suene exagerado, y quizá lo sea, para qué negarlo. Sin
embargo, aclararé que lo más complicado de escribir un prólogo bajo estas
circunstancias no es sentarse frente a la página en blanco y unir una letra
tras otra hasta formar palabras, con mejor o peor tino. No. Lo más complicado
es lo que implica emocionalmente.
El lector que se acerque a este
libro podrá, en mayor o menor medida, interiorizar las palabras de Martha
Jacqueline Iglesias Herrera y sentirlas, incluso, suyas. Puede que se les
anclen en el alma o les lleven a mundos que aún no conocen o, tal vez, adornen
sus sueños –de los que la autora habla mucho– o sus carpetas de estudiante o
acaben parafraseados en un post-it pegado al borde de su ordenador de
oficina. No es difícil –esto no– dejarse llevar por la musicalidad de sus
versos, por la melodía de sus palabras, a veces intrincadas, que hablan de
islas y de universos, de imposibles y de tiempos distorsionados. Por eso, ¿por
qué no habrían de ser versos para recordar, para tener presentes en esos
momentos en que necesitamos que la poesía nos dé un poco de color y condimento vivo? No soy yo, no
obstante, quien ha de poner en cada uno esa semilla; yo sólo intento introducir
este libro, de llamar vuestra atención, de la manera más honrosa posible,
hablando desde la honestidad y el sentimiento.
No soy poeta. Puede que tenga un
alma sensible, que por mis venas corra la tinta de los libros que he escrito y
aquellos que están por venir, pero no soy, como alguien me llamaba hace años,
un «domador de versos». A veces, incluso me cuesta comprender y digerir lo
intrincado de algunos pasajes, pensamientos y reflexiones. Con Martha
Jacqueline, Jacky, me ha pasado más de una vez.
Y es que su pluma araña en lo
profundo, más allá de lo cognoscible y con un idioma que está hecho de sueños y
despertares en mitad de amores imposibles o perdidos, de tristezas y ausencias,
de esperanzas y anhelos, de distancias. Un lenguaje apto para todo el mundo,
pero no para todas las mentes.
Conozco a la autora desde hace años.
La conozco como se puede conocer a alguien en la distancia, a través del
delgado hilo virtual que conforman las redes sociales e internet en sí. Antes,
quizá, de que se gestara su proyecto más ambicioso y bonito: Letraweb. En torno
a esa página se creó un variopinto grupo de escritores procedentes de todas
partes. Algunos de ellos procedían de otra página mítica entre escritores:
TusRelatos.com. Con el transcurrir de los años, Martha Jacqueline ha tenido que
ver cerrada su Letraweb en varias ocasiones, o acaso trasplantada a otros
servidores o soportes, pero siempre estuvo allí, como uno de los sueños de los
que nos habla en sus poemas, a veces tan cerca y otras tan lejos e
inalcanzable. Sin embargo, reitero, Letraweb siempre fue un punto en el
horizonte –lo sigue y, estoy seguro, lo seguirá siendo– hacia el que mirar y
dirigir sus pasos. Su estrella polar. Por eso no es de extrañar que en algunos
de sus versos se note esa fuerza que la empuja a seguir adelante, día tras día,
año tras año, y que siempre se acuerde de aquellos que, de un modo u otro, han
querido colaborar con ella y han dejado su impronta.
Hay en la poesía de Jacky
–permitidme que hable de ella con esta familiaridad– un tono amoroso permanente
que lo envuelve todo. ¿Cómo podría ser de otro modo? El amor es el motor de
toda existencia. No el amor romántico, cuyos versos acaparan la mayor parte de
este libro, sino el Amor en todas sus variables y concepciones. Si no
fuera de ti es eso: amor puro explorado por diferentes vías y experimentado
por su tenencia y, más aún, por su ausencia. Y de ese amor versado también
viene dado el deseo irrefrenable de posesión, el anhelo profundo cargado de
nostalgia y añoranza por un futuro imaginado o un presente soñado. Una sola
lectura no basta para extraer todo el jugo de las palabras de este libro que,
si de algo no adolece, es de belleza. Los primeros versos anticipan en buena
manera lo que vendrá:
Una palabra
puede ser un gran discurso.
Un discurso
puede ser un gran silencio.
Y es que
casi siempre aquello que callamos
es lo
verdadero.
La Urna de
Matti
Jacky no se calla apenas, pero lo
que dice viene dotado de una pátina críptica que no es en sí un silencio, pero
sí un terreno vedado a ojos inexpertos. ¿Es acaso mentira? ¿Es una verdad sugerida?
O, si nos ponemos a reflexionar en modo cuántico, ¿es acaso ambas? Porque una
mentira puede ser una verdad si aquellos ojos que la observan la modifican en
ese proceso en el que el cerebro traduce y envía señales o bien lo hacen en
función de la información que procesan. Lo que puede ser una verdad para unos,
puede también constituir una gran mentira para otros. Eso es lo trágico y lo
bello del pensamiento humano y la percepción ilusoria de lo que nos rodea. Sea
como fuere, Martha Jacqueline, empieza ofreciéndonos la ilusión de lo que puede
o no puede ser, camuflaje de vida.
Huelga decir que la poesía más bella
suele nacer de corazones malheridos y necesitados de ese amor romántico o
platónico que, en algún momento de nuestras vidas, siempre nos habita. La
añoranza es un plato del que come con frecuencia la autora.
Querría
decir tu nombre:
…aunque me
faltes.
Tu nombre
Porque el recuerdo es peligroso… un
arma intensa,
en ocasiones, más temible que el
olvido.
Amores que nunca mueren
Tuvimos el
amor más grande de este mundo.
Abducida en
el recuerdo
Vuelve como si no lo hicieras…
subiéndote en ti mismo,
sentándote al filo de tu alma.
Entrelínea
Podría poner ejemplos a mil, pero
sería repetir el libro completo antes siquiera de que comenzaras, querido lector,
a disfrutar de su lectura y la desgranases por tu propia cuenta y riesgo. Y el
primer acercamiento, he de decir, es importante. Porque en él se implica el
descubrimiento de la poesía de su autora y también se ve uno mismo en el
reflejo de sus versos. Una primera lectura aporta mucho más si no se conoce
hacia donde dirige porque implica algo de iluminación y algo de desnudez
repentina, como también de azote y sorpresa. Luego ya vienen otras lecturas más
sosegadas, de segundas y terceras interpretaciones, donde la musicalidad
también tiene una presencia importante y la belleza residual queda anclada y
nos somete para que rescatemos esas palabras una y otra vez.
Ese residuo, ese poso es lo que
queda tras varias lecturas y la reiteración de determinados versos. Para mí hay
algunos que quedaron varados en las arenas de esa isla que todos tenemos y a la
que recurrimos en momentos de reclusión y reflexión profunda. Como ese de Te
miraré de lejos que comienza así
Te miraré de
lejos…
desde la
isla que enmudeció con tu silencio
desde el
silencio que aleccionó mi grito de nostalgia.
O los nueve versos de Acuarela que
se retuercen en el «sueño no soñado» y nos invitan a preguntarnos por todo
aquello que no disfrutamos o vivimos. O ese triste verso de Si no fuera de
ti, poema que da título al poemario, que seguro a más de uno le recordará
tiempos de amor desdichado: Quizá fui más de ti, que de mí misma.
Hay tantos y tantos versos sobre los
que detenerse una y otra vez que no tiene sentido, como decía antes, ofrecerlos
todos antes de que el lector pueda llegar a ellos por su propio pie. Hay sitio
para aventuras oníricas e imaginarios místicos, pero tras todo ello predomina
el amor. Sin embargo, no es una oda a la alegría. Predomina la tristeza, la
añoranza, la necesidad afectiva, el desamparo, la lejanía, la insoportable
separación, la imposible unión, el amor pasado que no volverá y el futuro que
nunca será. El poco sitio que ocupa el presente, está cargado de pasión carnal,
de besos y caricias, de sudor y movimiento bajo las estrellas. Lo cual, por muy
doloroso que a veces sea leer a Martha Jacqueline, se trasluce en sus páginas
el corazón pasional de un «animal» de sangre caliente, lleno de vida interior.
No soy poeta, pero soy consciente de
que, para escribir poesía, se necesita una sensibilidad especial, un alma
emocional receptiva y un dominio de la palabra que pocos tienen. No, no soy
poeta, pero puedo afirmar, con todas las de la ley, que Martha Jacqueline
Iglesias Herrera sí lo es.
Por eso, lector, merece la pena
adentrarse en estas páginas y beber del cáliz que la autora nos ofrece. Un
caldo amargo, pero cálido. Como la vida misma, como el propio amor. Lleno de
inconmensurable belleza y, por desgracia, tendente a la generación de esas
cicatrices que nos acompañarán por siempre y a las que acudiremos en nuestro
recuerdo con nostalgia.
Víctor
Morata Cortado
21 de junio de 2016