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jueves, 25 de agosto de 2016

Instantáneas...



Finitud

A fuerza de amanecer los ojos se me llenaron de diario. Ahora dentro de mí quedan las cosas y yo dejé de tenerme. ¿Cuándo pasé a ser la finitud para certeza del afuera?


Ayer

Lejano ayer, ignorante a este tránsito. Corto de aliento para costear el menudeo del sueño de mis amanecidas. Siempre su gusto en mí. Ese gusto a silencio tibio con un dejo a olvidanza. Enraizado brutal que abre la concha bajo su velo de penumbra.


Trazos
Solo pido a mis ojos que no olviden el trazo primigenio de su mirada: soñar el sueño advenedizo de una escalera, entre el urgente grito de un cundiamor y una crisálida.


Miradas
Los altos muros trajeron un frío de ciudad, que limpió a los hombres de su paz como a las casuarinas de hojas.
Se hizo blanco el hollín desde nuestras miradas de invierno.


Contrastes

Nevé dentro… en lo más hondo mío, para trazarles caminos al afuera; y hallar algún color, tan solo uno, con que entibiar mi casa.



Costumbre

Adiestré las cosas más simples desde el trazo, y les nací raíces poderosas que beben los abismos escarchados por el hábito.


Intuición

Cerré el gesto antes de intentar abrir lo que objeta la llave de mi instinto.


La ciudad

La ciudad rompió mis soledades solo para incubar las de ella. Al final, sembró su germen de gran animalejo. Y quedé huérfana de mis ausencias breves, doblada por el centro, de toda tentativa agazapada, socorrida por un enorme insostenible.


Stress

No hay bondad en la fiereza de esta mañana sin puertas, grávida de metales y apabullada de cláxones.
Con mi saliva alzo mi sombra hasta alguna vez.


Lluvia

Esta lluvia ¡por dios! Huele a todas las lluvias. Fragancia de lo disperso. Curtiembre de aromas de tormenta, de viento laceando su destino.


Recuerdos

Allí están… entre las cáscaras del tiempo, con el estrangulamiento del cosido: los recuerdos. Habitan entre mis prendas íntimas, la crema de avena y la colonia de violette.
Se entreabren como restos trenzados de silencio, en la tibieza de sombras almidonadas y la letanía de rasguño del encierro.
Para desdoble del pasado, la pegajosa sensación de lo vivido.


Vida

En mi agujero todo tengo. Desde la losa ajedrezada que alberga la multitud de huellas, hasta el claro del bosque más recóndito, donde los musgos se apoderan de la piedra como mi necesidad se ciñe de las cosas.
Pero el amor es pájaro con ansiedad de trecho largo, cobijo de horizonte. Se posa tibio en la enramada transparencia. Allí nace, crece y vive abriendo surco a la intemperie.
Para morir de vuelos… sepultado entre dos vueltas de aire.


Himalaya

Arrulla la brutal costumbre del afuera. Se engolfa en mí un resuello hondo, citadino. Me hundo en el beneficio de mi lezna de caracol, que taladra la remota luz donde la soledad es anterior y rumia obstinada.


Amanecer

Se desdoblan las sendas del sueño. Burlado está el cerco de la noche. Costean de las sombras, las orillas.
Una fisura crece en rango: a puerta. Y todo es fuga que se abre al infinito claro de un secreto.


Martha Jacqueline
Del Cuaderno: Instantáneas...