Nunca entendí el
extraño rostro de su máscara, quizá… por un momento, tampoco él comprendiera la
libertad negadora de la mía.
Pero
unas luces nuevas bañaban el asfalto, apenas… lo suficiente, para contrarrestar
las duras sombras entretejidas en aquella ínsula del mar Caribe.
Ambos estábamos
sentados en tronos diferentes, gradas enfrentadas en aceras opuestas y
distantes.
Allí,
entre nosotros, un mar hecho delirio, curtido por una sangre bárbara… antaño,
dos líneas diferentes, como dos ríos bravos que sellaran sus cauces en un solo
destino.
De lejos… nos
mirábamos.
Si había una luna colgada allá en lo alto, no lo recuerdo. Esa noche los astros
tuvieron otras formas, brillaban en la tierra forjándose la senda desde aquel sueño
utópico que, al fin, era uno mismo. Entre el bullicio cruel de los que nunca
hablaban otras voces surgieron… apenas, un eco momentáneo, pero igualmente
firme.
Mientras tanto,
él y yo, seguíamos mirándonos, descubriéndonos, recortando los tramos de su acera
y la mía.
¿Cuánto
tiempo pasó? Tampoco lo recuerdo. Muy lejos, por cualquier otro rumbo, dormía
la ciudad… ajena. Por un instante apenas
nos descubrimos libres, despojados del polvo de la rutina diaria, en un pedazo
nuestro, sin dueños ni destinos.
Después
llegó la lluvia… una dulce llovizna se nos clavó en la piel y ni nos dimos
cuenta. Nos topamos de frente. Sentimos nuestro aliento y los labios allí… tan
cerca y tan lejos, sin timonel… perdidos.
Acompasadamente
fue surgiendo una música que se volvió soberbia, nos enfrentó a los dos en un
tremendo duelo tan despiadado y fiero como nosotros mismos.
Y se hizo el
silencio.
La noche nos
hundió en su vientre de sombras como en un túnel largo que no tiene salida. A tientas nos buscamos… a tientas nos quisimos.
Aunque nunca
entendiera el extraño rostro de su máscara y tampoco él comprendiera la
libertad negadora de la mía.
Martha Jacqueline Iglesias Herrera
Publicado en la red
social Miss Artes el 9 de Agosto del 2008.
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