lunes, 17 de septiembre de 2018

Cuando mi sombra fue al río (poema)



(…) y desde el fondo de los ojos alguien me mira,
es un pasaje entre el presente y la distancia, adentro mío,
rezo o señal de un mundo en que creerme humano, vivo,
canto que suena del lado sereno del silencio, en la muerte mágica del día,
en un lupanar de sueños que me fondearon los ojos
mirando… mirándote…
                                                      y la lluvia,
y la luna esclava de una oscuridad que sangra urgente por mis labios
(como la sombra de un árbol se sangra junto al río y canta y se va en las aguas),
y nada me reemplaza espejos, ni me palpita más hondo que tu canto,
ni me destiñe la herencia de la carne como un lampazo seguro de tu sombra…
…allá será acá,
acá es un mundo tan extraño que no puedo detener y se hace allá, en tus manos,
retumba el grito de cien, de cien mil gargantas que deletrearon de norte a sur la huella
heridas en el kultrun e hilando hondo el secreto de ser tierra,
deshilándose dulzura entre los pliegues del paño que te desnuda…
 y la lluvia abriendo venas como acequias,
le dan nuevos ríos al instinto de haber nacido de cara al tiempo,
mirando… mirándonos…


(…) soy viejo
como el anciano que le habla a las montañas y entrecierra los párpados al viento,
soy niño
como el color del crepúsculo que salta en las redes de un pescador de pasiones,
amante, soy hombre
como el rumor de la brisa entre las blandas plegarias del vestido que juega a saberte el vientre,
soy dulce
como el licor que destilan las melazas y el rocío acariciando las uvas en tus labios…
pero soy recuerdo… y soy hambre
porque soy recuerdo en la hendidura del alma, ahí, adonde duele el mundo,
y seré barro… o seré nada,
porque nada es lo que queda del misterio, sino la razón fundamental del barro…
…entonces vivo,
y desde el fondo de los ojos alguien me mira,
no creo en dioses orfebres, serás vos que vas moldeando la arcilla del destino,
será que algún animal sagrado me hincó el colmillo en la carne
cuando me abriste los ojos,
cuando mi sombra fue al río…


Horacio De Stefano

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